Ricardo Valenzuela
Lo que ha Estado sucediendo en Venezuela a veces me parece algo similar a lo que, al finalizar la segunda guerra mundial, al penetrar los aliados al corazon del nazismo no podían creer los horrores de lo que tenían ante su vista. Un dantesco infierno que se calificaría como una de las más grandes tragedias de la humanidad. Sin embargo, los aliados, en los juicios de Nuremberg, pensaron haber castigado a todos los que provocaran ese genocidio. Estaban muy equivocados y los siguientes años lo comprobarían.
Años después, nos daríamos cuenta de que en ese campo había cabalgado algo que, desgraciadamente, se ha convertido en una fuerza vital y clave en todos los eventos del mundo, la impunidad. Ese elemento que tanto ha ya aportado para nuestras desgracias. Esa impunidad que, a través de los años en sus enfrentamientos con valores como la ética, la moral y, sobre todo, la verdadera justicia como la obligación más importante de los gobiernos, poco a poco se fue debilitando y está a punto de desaparecer. Una impunidad que, especialmente en las guerras, se le cuelga al vencido con gran cinismo.