Ricardo Valenzuela
Si nos dedicamos a buscar las raíces de aquella libertad que, durante los primeros 18 siglos de la era Cristiana, la mayoría de la gente no la habia conocido provocando la construcción de un mundo en el que la pobreza fuera su común denominador. Un mundo que condenaba a la gente a conformarse con esa pobreza que habían sufrido todas sus generaciones anteriores, hasta llegar a considerarla como la condición natural de la humanidad. A finales del siglo 19, se determinaba que el ingreso per cápita en Gran Bretaña durante los últimos mil años se habia mantenido estático en mil dolares de valor actual.
Podemos identificar algunas fuentes que nos podrían llevar hasta los grandes filósofos de Roma y Grecia con su ley natural. Tal vez podamos acudir a la edad media y hasta al renacimiento con figuras como Marsiglio de Padua, o Jan Buridan de Bethune, a los frailes de la escuela de Salamanca, y muchos otros hasta llegar a la explosión de la revolucion industrial que se convirtiera en el milagro para rescatar a gran parte de la humanidad de esa ancestral pobreza. Sin embargo, habiendo sido encontrada esa libertad que se configuraría en el Liberalismo económico, político y social, y fuera la causante de esa nueva cara de un mundo de prosperidad, nos debemos preguntar ¿Qué fue lo que sucedió para que abandonáramos el camino?