Ricardo Valenzuela
En Mexico existió un político que fielmente representaba lo más malo y
negativo de nuestros gobiernos. Su nombre era Gonzalo N Santos, político nacido
en la trillada revolucion mexicana en donde emergería con grado de General. Al
terminar la revolucion, como todos los políticos de aquella era formados en ese
movimiento a niveles superiores, de inmediato abordaba la locomotora que
fabricara tantos millonarios. Sería gobernador de su estado, seguiría luego
como senador en varias ocasiones. Residía en una gran hacienda en su estado. Y,
como el clásico personaje que representaba sería parrandero, mujeriego, amante
de las peleas de gallos y carreras de caballos.
Era el gran cacique de su estado donde también era la única ley, el repartidor de negocios, en pocas palabras, era el capo de tutti que todo controlaba. Portaba, también, grandes conexiones en la ciudad de Mexico en donde tenía otra gran residencia puesto que, era donde todo el poder residía y, sobre todo, donde la operación del pais giraba a su alrededor. Era, pues, el clásico político definido como premiado por la revolucion. En una ocasión le concedía a una periodista el honor de entrevistarlo y, sacando provecho de su belleza, la periodista habia recibido el compromiso de parte del General que respondería a todas sus preguntas.
En el transcurso de la entrevista en la que, guiado coquetamente por la periodista, hacía un inventario de todos sus grandes éxitos sin ocultar las trampas que usaba presumiendo de sus conductas personales tan reprobables. A cierto punto, la periodista genuinamente sorprendida tuvo un peligroso atrevimiento que dejaría a quienes presenciaban el evento a punto de ser invadidos por el pánico.
Un poco en plan de broma, pero, definitivamente muy en serio, la
periodista escandalizada exclamaba: “Que bárbaro General, usted no sabe lo que
es la moral.” Todo el auditorio era invadido de silencio esperando estallara la
conocida furia del poderoso político. Sin embargo, la reacción del entrevistado
sorprendería a todos. Explotaba, pero con una sonora carcajada y respondía con
orgullo; “como no mi reina, la moral es un árbol que, de moras,” provocando
ahora una carcajada colectiva. Pero, lo más grave, definía la política de un
país basada en el cinismo donde se presumía de la corrupción, de los poderes
deformados que se utilizan para archivar valores, moral, la ética y, en
especial, la ley. Una ley totalmente corrupta.
En estos momentos la corrupción está destruyendo al mundo, corrupción es la
apropiación ilegal de tierras, del poder robando elecciones, el soborno, los
negocios ilegales. Corrupción es que una sola persona regales billones a paises
extranjeros. Es la sistemática indoctrinación de muchas generaciones de nuestra
juventud con dogmas socialistas vía el sistema de educación pública. Es la
remoción de Dios de la vida pública para sustituirlo con agenda diabólica
homosexual y feminista destruyendo la moral de la sociedad. Es mentir a la
gente acerca de su salud para avanzar agendas. Es entregar la soberanía
nacional a la ONU o al Foro Económico Mundial. Es utilizar el departamento de
Justicia para destruir enemigos políticos.
Y eso sucede porque se ha perdido aquel proceso de cuestionamiento desde
el punto de vista moral de los méritos y defectos de instituciones humanas. De
un sistema económico donde se producen bienes para, en competencia sana,
proceder a su venta esperando lograr una ganancia justa y genuina. Porque este
sistema de libertad ha sufrido la condena moral de gran parte de poblaciones.
Porque en las escuelas, universidades, la media e instituciones especiales
constantemente se ataca la filosofía de la libertad y los envenenan. Y, los
historiadores que denuncian la falta de “arneses” en esa operación que debería ser
calificada por los mercados. Ellos definen la competencia como una lucha donde
los mercados son una selva mortal, y la motivación de las ganancias es inmoral.
Pero, los colectivistas, por supuesto, por la naturaleza de su enfermizo
credo, quieren controlar y limitar la operación natural de los mercados y, lo increíble,
los que niegan ser colectivistas, también han sido influenciados por sus opositores
y se han sumado a la creencia de que sería anticristiano oponerse a la imposición
de los controles del gobierno sobre la economía. Con seguridad es asumido que, durante
ya mucho tiempo, la gran tendencia ha sido que los gobiernos ejerzan mayor
control de la economía y limitar esa operación presionar hacía la dirección
opuesta que representa libertad es una idea malvada. Y esa actitud tan
cristiana, nos lleva al infierno.
Pero, cuando una perspectiva social se hace inamovible hasta convertirse
en un dogma destructivo, debe surgir la urgencia de examinarlo a la luz de
alternativas posibles. Cuando ya es popular afirmar, “ahora todos somos
socialistas”, o, simplemente fingir que no lo somos, refrenda esa urgencia para
reconsiderar la moralidad del mercado libre, que ha sido solamente traducido,
pero nunca entendido. Si consideramos que los mercados libres son malos, las razones
por las cuales son malos deben de entenderse claramente. Pero si no son
totalmente malos, entonces es necesario modificar la perspectiva predominante. Las
viejas teorías y políticas y la falta de ellas han creado intereses e
influencias cuyas presuposiciones no deberían permanecer incuestionados. Y son
muy cuestionables.
Lo que también se ha agredido durante mucho tiempo, son los ejemplos de
hombres grandes que ahora son denigrados y abusados. Los pioneros fueron Marx y
Engels. Ellos inventaron el método de usar la historia y el uso selectivo de
los informes como una especie de acusación. Pero, el caso mas infame lo tuvimos
en Mexico cuando, Eugenio Garza Sada, el arquitecto de la grandeza de Monterrey,
fundador del famoso grupo de emprendedore, fundador de mi Alma Mater, el Tec de
Monterrey, un hombre justo y piadoso que se adelantara a los gobiernos
corruptos dando a sus empleados todo tipo de servicios sociales incluyendo salud,
becas en el Tec para hijos de sus trabajadores. Un hombre admirable a quien yo
tuve la fortuna de conocer.
Pero, cuando Mexico apuntara descaradamente hacia el socialismo cortesía de Echeverria, él se opondría con la fiereza de sus ideas de libertad y con el poder del Grupo Monterrey, simplemente lo asesinaran. El método de los grandes cobardes que ahora lo quieren utilizar con Trump.
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