Durante los
últimos diez años he tenido que vivir una serie de eventos que de alguna forma me
hubieran ubicado en medio de algo que, especialmente en Mexico, fuéramos una odiada
minoría que habíamos cometido el gran pecado de simpatizar con las ideas y las
acciones de un hombre llamado Donald Trump. Un hombre que no precisamente había
sido producto del corte tradicional de los políticos profesionales. Porque no
era político y nunca había ocupado alguna responsabilidad en la administración pública,
lo que lo hacía más interesante.
Trump era un exitoso emprendedor que, con sus obras, mostraba de lo que era capaz en un mundo donde las calificaciones de los mercados no deberían dejar duda, y las que mostraba eran muy impresionantes. Era un hombre directo, agresivo, rudo, lo que aquellos que lo conocen bien lo describían como un billonario que se ensuciaba las manos en sus obras. Alguien con un estilo muy lejano de lo que algún manual podría describir como el ideal de un fino caballero, esos que siempre platican la historia de sus antepasados con raíces a la más rancia realeza europea. Mas bien se le podía identificar con los rudos habitantes rurales en las montañas Apalaches.
Un hombre que porta una lupa diferente para observar la forma en la que su país había abandonado los valores sobre los cuales se habia formado. Pero, además, a diferencia de una mayoría, identificaba muy claro ese proceso y lo calificaba como la gran agresión histórica para denunciarla ante todos. Pero lo que listaba era algo que nadie estaba consciente de su gravedad, otros la veían, pero no se atrevían ni a señalar y, lo más grave, nadie parecía dispuesto para arremangarse y hacer algo. Así la poderosa fuerza avanzaba en esa ruta hacía la servidumbre. Sus ideas no eran totalmente conocidas, pero, si era claro, no estaban de acuerdo con las acciones de ambos partidos que colaboraban a la destrucción del país.Yo lo habia conocido unos 30 años antes en una era en la cual, estando todavía ignorante de sus ideas, me di cuenta de seguro no eran de aquel socialismo light de moda. Confundía a mucha gente con sus agresivas críticas de los modernos acuerdos de libre comercio. De forma especial denunciaba aún con más agresividad ese desconocido globalismo cuando, sin darnos cuenta, ya navegábamos en su destructivo tren contentos porque esa era la moda, y porque nos habían convencido maliciosamente puesto que, en esos años, era el gran evangelio presentado en una bella envoltura y nos habia encandilado con esa falsa iluminación que nos cegaba.
Fue cuando, inquieto por sus potentes gritos para insistir con su denuncia, de forma natural inicié una modificación para lograr una mente ampliada, todavía no crítica, sino con una nueva apertura dispuesta para considerar que el bendito globalismo tal vez no era tan bendito. Así, en mi panorama empezó a develarse algo diferente y, sobre todo, sumamente preocupante que me provocaba sentir habia sido infiel a mis sólidos principios libertarios. En esos momentos, tuve el arrojo para aceptar que, durante muchos años de programación de las sociedades, a pesar de mi rechazo a todo lo que oliera antiliberal, algo me había afectado y era hora de sazonar mi potaje con sentido común y la realidad.
Durante la administración de Obama, tuve todo el estímulo y la fortaleza necesaria para abrir aun más mi mente, pude entonces sacudirme el veneno de la soberbia para darme cuenta del agresivo ataque que este hombre lideraba para, ya con todo el irrespetuoso escaro, construía los nuevos cimientos del marxismo con el que estaba atrapando al país. Pero, un marxismo diferente que ya no sabía igual que las purgas de aceite de resino y más fácil de tragar. Un marxismo adecuado especialmente para EU en el cual ya no se expropiarían los factores de producción. Se sustituía con criminales impuestos, gastos y endeudamientos ridículos, regulaciones y mandatos igualmente criminales.
Fue lo que finalmente me provocó prestar una seria atención a los gritos de Trump que ya no eran solo denuncias, los complementaba con señalamientos urgentes y exigencias de una gran lógica y sentido común. Los acuerdos de libre comercio no eran libres ni de comercio, eran parte de las herramientas que se activaban ordenadas por el globalismo con el cual estaban arropando al mundo. Ante mí, aquellas organizaciones que yo habia elevado a los altares como el FMI, la Union Europea, ONU, OTAN, el FED, el nuevo tratado con Mexico, se derrumbaban al darme cuenta eran parte de la conjura globalista para aprisionarnos.
Aparecía ante mi pantalla claras evidencias de que el liberalismo original de los padres fundadores ya no existía, los mercados libres también habían fallecido, que EU nunca podría a lograr su sueño del destino manifiesto. Las aperturas de los paises latinoamericanos de los años 90, habia sido otro de los engaños del globalismo para desacreditar la verdadera libertad y, sobre todo, con sus devaluaciones arruinar esos paises y saquear sus economías. Y, algo que para mi fuera especialmente doloroso, los economistas que portaban credenciales de libre mercado se corrompían aceptando las acciones recetadas y el mercantilismo de Keynes, la tercera vía. El FED continuaba su ruta de los engaños. Ahora el mundo se regia con las recetas que llevara Kissinger por el mundo enviado por los Rockefeller.
El globalismo había provocado una economía mundial artificial y manipulada por ellos, que los mercados liderados por Wall Street fueran igualmente artificiales manipulados en sociedad con Goldman Sachs, que las monedas mundiales no valgan ni el papel en que se imprimen. Que el gobierno de EU se haya convertido en la organización criminal más grande del mundo. Que se haya perdido la moralidad, integridad. Que las emergentes redes sociales se hayan sumado ese control total. Que fraudulentamente, solo en la presidencia de Biden, se haya dispuesto de trillones de dolares. Que se haya comprometido al país con una deuda impagable que solo los intereses son de $900 billones de dolares anuales. Que hayan permitido la entrada de 12 millones de ilegales y los hospeden en hoteles.
En pocas palabras, hay que tomar consciencia que los otora poderosos EU están técnicamente en quiebra con una filosa espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza. Y cualquier ráfaga de viento la puede hacer caer. Ante ese infierno se encuentra ahora el presidente Trump y, si los descerebrados que están llamando a la guerra civil detienen las acciones del nuevo presidente, lo afirmo con toda seriedad y con evidencias a la mano, el mundo entero enfrentará su verdadero apocalipsis que nadie podrá detenerlo.
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