Ricardo Valenzuela
Mexico y EEUU, a pesar de ser vecinos y
tener infinidad de vasos comunicantes que los deberían de unir, son conductos tan
complicados que nos cincelan como vecinos distantes. En algunos casos exhibimos
cierta similitud mientras que en la mayoría, no solo diferimos, nos enfrentan. Las
causas desfilan desde la economía, cultura, historia, ideología etc. Todo ello
hace que las percepciones que tenemos uno del otro, alcancen niveles que en
algunas ocasiones llegan a lo cómico.
Hace algunos años hice un viaje a la ciudad de Wichita, Kansas, para analizar una empresa que estaba de venta. Me recibía en el aeropuerto el Presidente de dicha empresa acompañado de su esposa, a quienes yo no conocía. Luego de los clásicos saludos, me doy cuenta la señora me observaba de forma muy extraña.
Anochecía y me invitaron a un restaurant mexicano. Después de un par de Martinis, la mujer se veía relajada pero aun con su mirada apuntándome y de repente me dice, “estoy impresionada contigo”. Me puse nervioso y le pregunto ¿Por qué? Le da un trago a su Martini y me responde: “Cuando estábamos en el aeropuerto esperándoto, yo pensaba que íbamos a recibir alguien parecido a esto”, señalando una foto de Benito Juárez colgada de la pared. Y prosigue; “pero tú eres muy alto, tienes la piel blanca, hablas inglés. Yo pensaba que en Mexico no había gente como tú”. Desconcertado le pregunto ¿Gente como qué? Su respuesta me dejó atónito. “Gente con fisonomía como la de nosotros, de un nivel intelectual y educacional que les permite hacer negocios en este país”.No podía creer lo que escuchaba y cuando la
mujer se preparaba para continuar su alocución, el esposo la calla exigiéndole
se disculpara, lo que ella tajantemente rehusó y la cena se cancelaba. El día
siguiente volaba de regreso sin haber logrado mi cometido. Desgraciadamente esa
es una realidad en EEUU, pero también pudiera citar infinidad de casos que
viajan en dirección opuesta. Hay una errónea percepción que los mexicanos
tienen de los estadounidenses, correspondencia que aporta un corrosivo material
y cada vez seamos vecinos más distantes, al tratar de entendernos a base de
adivinanzas.
Sin embargo, hay ocasiones en las cuales los dos países suelen presentar la misma fisonomía. Mucha gente me ha retirado su amistad por mi decisión de apoyar a Donald Trump en su campaña. Yo no me dediqué a cantar interminables odas describiendo las miles de virtudes de este hombre, solamente fui parte de un histórico fenómeno de hartazgo, en el cual una gran masa de votantes americanos asqueados de la política, de los políticos profesionales, del basurero acumulado en Washington, optaron por algo distinto. Rechazaron a Hilary Clinton y lo que ella representa, ese cáncer que consume a los EEUU.
Ante ese pestilente basurero la gente prefirió darle el mando a un inexperto, mercantilista, abusón, el gran enemigo de nuestro país. Alguien que, según la prensa estatista, es violador de mujeres, miembro del KKK, seguramente un extraterrestre y, en alguna de sus vidas anteriores, un caníbal de las estepas rusas. Pero el hartazgo era tan grande después de 16 años de guerras, crisis, socialismo, endeudamientos, violaciones a la constitución que, ignorando la media, se decidieron por un destructor en potencia, no por la ya comprobada mujer más deshonesta que haya navegado en la política de los EEUU.
Mucha gente pensante, aun conscientes de que Trump dista mucho de ser Adam Smith, le dieron su apoyo por ese mismo hartazgo que también le acarreó la gran masa de la clase trabajadora. La mejor explicación de este fenómeno la dio el actor Clint Eastwood. Al preguntarle por qué apoyaba a Trump, respondió: “Yo fui republicano cuando su filosofía era la misma de los padres fundadores, libertaria. Pero cuando fusionaron sus ideas con el estatismo de los demócratas, abandoné ese partido. Yo tenía la seguridad que Hilary consolidaría el socialismo de Obama y, ante esa amenaza, preferí la excitante libertad ante el peligro, que la seguridad de las cadenas para continuar aprisionado al país”.
Esta es la fisonomía que también se está develando en México ante las elecciones del año entrante. Es el mismo fenómeno que llevó a Hitler al poder en Alemania, a Chávez en Venezuela, a Mussolini en Italia. Pero también es el mismo hartazgo que llevó al poder a los socialistas en Australia y Nueva Zelanda para que, renegando del socialismo destructor, abrazaran las políticas liberales liderando la increíble transformación de sus países, para llevarlos de la pobreza a la riqueza. Países que hoy reportan ingresos per cápita de $60,000 y $50,000 dólares anuales, más de cinco veces superior al de México.
Es decir, por un lado tenemos a los socialistas desvelados que van por el mundo destruyendo. Pero tenemos también “socialistas” inteligentes y pragmáticos que han aprendido observando éxitos y fracasos de otros países, cuando crean o destruyen riqueza. Socialistas que se horrorizaron al ver Honduras con un ingreso de $5,000, Nicaragua con $5,200, Bolivia con $6,000. Cuba y Venezuela que sus datos son tan falsos que solo producen carcajadas. Pero también tuvieron la sabiduría que los condujo a investigar el secreto de Singapur con un ingreso de $90,000, Luxemburgo con $110,000, Mónaco con $120,000. Regresaron luego a sus países iluminados portando sus detallados apuntes, y lo demás es historia, pero una historia de éxito.
Ese fenómeno de hartazgo se ha estacionado en México y ha madurado. La gente se arremolina alrededor de ese personaje de controversia, AMLO. En su lista hay conocidos empresarios montados sobre esa ola que parece imparable, también políticos de conocida trayectoria. Sin embargo, yo pienso que la mayor tracción a su movimiento se la dan los potreros de los otros mainates de políticos, repletos de una burrada no solo flaca, una burrada tan chuvili que casi no pueden caminar y menos agarrar el trote. No veo ningún potro o potranca que se le pueda emparejar el innegable en esas 500 varas. Porque los partidos y sus políticos no van a la carrera con el parejero que, aun cuando lo sueltan sin vara y jalado de la rienda, ha dado los mejores tiempos. Llevan a los pandos y panzones porque son los que a ellos les convienen. Si a ellos, no al país, no les conviene, no los dejan ni salir al taste para que la gente los vea y apueste.
Algunos amigos me dicen; escucha hablar al Peje en cortito, y veras que el león no es como lo pintan. Es cuando me acuerdo de la entrevista que le hizo Ramos a Chávez como candidato, ¡Se presentaba como discípulo de Hayek! Otros me dicen, que te preocupa, en EEUU hasta a Ron Paul lo han etiquetado de socialista. Yo les reviro igual que Lloyd Bentsen le respondiera a Dan Quayle cuando, en el debate de 1989, se comparara con JFK. “Yo conozco al Peje, yo sé lo que ha hecho y cómo piensa el Peje. Y el Peje no es Ron Paul”.
Entonces ¿A cuál le apostamos? ¿Al pando y panzón, o la mula lazada de las verijas con huachaporis en la cola? A la mejor por ahí sale un gallo tapado. Y ante ese panorama Mexico va al encuentro de su destino, un destino tan confuso que ni Einstein lo hubiera podido descifrar.
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