EL ODIO Y AVARICIA ENTRE CRISTIANOS

 Ricardo Valenzuela

 La caída de la milenaria Constantinopla | Sociedad | La Revista | El  Universo

En los inicios del primer milenio surgiría un grave terremoto que provocaba la caída del Imperio Romano y, siglos después, complementado con la división de la nueva iglesia cristiana, para darle vida a dos movimientos en las regiones de oriente y occidente del Imperio ya en decadencia. Esta separación provocaría resultados jamás imaginados. La iglesia que Cristo le confiara al apóstol Pedro para proteger y seguir llevando su mensaje de amor a través del mundo. Así, Pedro se daría a la construcción de los cimientos de la iglesia de Cristo, sobre la Basílica que llevaría su nombre ubicada en lo que se convertía en la sede mundial, el Vaticano.

Sin embargo, las pasiones humanas pronto se enfrentarían en la lucha tradicional de la humanidad de la fuerza contra la libertad. El emperador Constantino quien, convertido al cristianismo, se hubiera identificado en su gran soporte después de grandes persecuciones, al morir heredaba en imperio a sus tres hijos. Por infinidad de razones finalmente el imperio se dividía en dos, el Imperio Occidental con sede en Roma, y el Imperio Oriental con sede en Constantinopla. De inmediato el Occidental enfrentaría grandes problemas económicos y, sobre todo, la violenta invasión de Roma por los visigodos que la saquearían varias veces. En 476 Rómulo Augusto sería depuesto por el líder de bandas germanas agravando su situación.

 Pero el Imperio bizantino de oriente progresaba de forma increíble con su capital ya en Constantinopla. Durante el siglo 6 Justiniano cabeza de la iglesia todavía unida, iniciaba la organización con sedes patriarcales centralizadas y no funcionó. Así la división entre la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica sería en 1054. En ese momento, las dos iglesias se separaron oficialmente debido a diferencias en la doctrina y la autoridad. La Iglesia Católica creía en la primacía del Papa, mientras que la Iglesia Ortodoxa mantenía una estructura más descentralizada en la que los obispos tenían un papel y participación más importante.  

Uno de los peores enfrentamientos sería el de una cruzada en 1204 que, en su ruta, se desviaría hacia Constantinopla atacando la ciudad y llevaran a cabo un saqueo que incluyera la destrucción de la catedral de Santa Sofia. La cuarta Cruzada se desvió de su objetivo original de recuperar Jerusalén y conquistó Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino. Pero, en lugar de establecer un gobierno cruzado en la ciudad, la saquearon ciudad llevándose consigo innumerables tesoros y obras de arte. Este acto de pillaje fue ampliamente condenado y generó odios entre los cruzados y la Iglesia provocando:

  • Gran herida al Imperio Bizantino: debilitó enormemente al Imperio que perdió su capital y gran parte de su territorio. Esto marcó el comienzo del declive del imperio y su posterior desaparición en el año 1453.
  • Desplazamiento del centro de poder: provocó un cambio en el centro de poder en Europa. Ciudades como Venecia y Génova adquirieron mayor influencia y control sobre las rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
  • Expansión del feudalismo: también tuvo un impacto en la expansión del sistema feudal en Europa. Los nobles y caballeros que participaron en la cruzada recibieron tierras y propiedades en los territorios conquistados, fortaleció su posición y poder.
  • Deterioro de las relaciones entre cristianos: generó un profundo resentimiento entre los cristianos orientales y occidentales. Esta división contribuyó a la separación final de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa.

 Ello convertiría a las dos ramas de la iglesia en feroces enemigos que llegaría a niveles inimaginables. Mediante un proceso de construcción de odio, ejecutado a través de todas las homilías de ambas, surgían dos sociedades que de ninguna forma representaban los mensajes de Jesucristo. Muchos católicos occidentales consideraron esta acción como una traición a los principios originales de las Cruzadas y como una violación de la hermandad entre los cristianos. La desaprobación y el rechazo fueron especialmente fuertes en el mundo ortodoxo, que vio en esta conquista una agresión a su fe y a su legado cultural.

Era claro que la ideologías políticas de las dos iglesias eran diferentes. La iglesia católica ya mostraba su tendencia salpicada de una buena porción de autocracia tratando que sus fieles se sometieran sin cuestionar. Mostraba también esa tendencia absolutista hacia la adquisición de más poder y, sobre todo, otra tendencia absolutista hacia la concentración de riqueza como lo mostraban sus estados pontificios. Provocó la caída del Imperio Bizantino y su división en múltiples estados latinos y griegos. Esta fragmentación territorial tuvo consecuencias políticas y sociales significativas en la región durante muchos años, pero, para la iglesia de Roma, fue una gran acción para eliminar competidores.

Los cronistas bizantinos narraban los ríos de sangre inocente que manaban de los santos lugares de Constantinopla y la más vergonzosa profanación del corazón espiritual del imperio bizantino, la catedral cristiana de Santa Sofía. Los relatos de la época están plagados de robos de tesoros y reliquias, profanación de suelo sagrado, y un vendaval de asesinatos y violaciones a cristianos. Los perpetradores de tales ofensas aparecen descritos como “heraldos del Anticristo”, y formaban parte de una expedición militar que partió de Europa para reconquistar Jerusalén, pero que terminó arrasando una de las principales capitales cristianas.

El admirado clérigo Nicolás Mesarites describía este pasaje sobre la barbárica actitud de los cruzados: “arrancaban a los hijos de sus madres y a las madres de sus hijos, trataban a las vírgenes con lasciva desvergüenza violándolas en las santas capillas sin temer la ira de Dios ni la venganza de los hombres”. En los siglos de lucha entre cristianos y musulmanes por el control de los santos lugares, la Cuarta cruzada provocó el enfrentamiento nunca olvidado entre católicos y ortodoxos que aún existe.

Los cruzados acordaron reunir el botín para posteriormente repartirlo. Uno de los líderes, Balduino de Flandes señalaba con gran satisfacción, “una cantidad innumerable de caballos, oro, plata, costosos tapices de seda, gemas fueron recolectados. Tal era la abundancia que no creo que todo el mundo latino posea tanto”. Así se perdía la oportunidad de la unión de esas dos iglesias tan requerida hoy día ante sus nuevos enemigos.

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