Ricardo Valenzuela
A finales
de los años 80, en toda America Latina se iniciaba un movimiento diferente a
los que habíamos atestiguado desde que todos sus paises lograban sus
independencias de España durante el siglo 19. El movimiento sorprendía puesto
que, en medio del subdesarrollo de los paises, daba la impresión de ser un
rompimiento total con todas esas políticas que los habían condenado a esa
lacerante mediocridad. Toda una región que habia vivido casi dos siglos observando
a sus vecinos del norte que, con sus increíbles desarrollos, pareciera ser un
reclamo y ejemplo de lo que creean buenos gobiernos.
Este movimiento habia sido provocado por una ola de debutantes de una nueva generacion. Políticos que ya no hablaban del pasado glorioso porque no existía. Hablan de un futuro, pero totalmente diferente, con la promesa de rescatar los paises de su eterna mediocridad mediante cambios probados y comprobados. Un Salinas en Mexico, Menem en Argentina, las nuevas versiones de Carlos Andrés Perez en Venezuela, Alan Garcia en Perú. Tal vez inspirados por el milagro que habían provocado los Chicago Boys en Chile que lo habían llevado hacia la prosperidad para ser el único país desarrollado de la región.
Sin embargo, sorpresivamente se iniciaba el derrumbe de lo que habían logrado que lucía verdaderamente increíble. Pero, no solo se derrumbaba lo que habían edificado, en una ola que lucía como una gran represión y castigo contra sus autores, los convertían en los hombres más odiados y diabólicos de sus paises y las políticas liberatorias que habían aplicado serían igualmente odiadas. En aquellos dias, en una reunión con mi primo Arcadio Valenzuela después de afirmar que Colosio, habiendo sido mi compañero en el Tec de Monterrey, no conocía bien sus ideas solicitando su opinión. Y le preguntaba cuál era su filiación.
Sin vacilar me respondía, “era la clásica del socialismo compasivo.” Espantado le reviraba, “pues qué bueno que no fue presidente”. Fue cuando molesto me acusaría diciendo. “No me digas que tu eres de esos abanderados del capitalismo feroz y destructivo”. Yo reviraba diciéndole. Pues si el defender los mercados libres, gobiernos limitados solo protegiendo las libertades personales, el orden espontaneo, el reinado de la ley, la virtud de la producción, se me va a considerar capitalista feroz, acepto la culpa. Cayo sorprendido por mi respuesta me dice. “Tienes razón, pero desgraciadamente nos han programado para ser serviles.”
Pero, el caso más dramático de esas inmolaciones sería la de Alberto Fujimori en Perú quien, además de arruinarle su prestigio, sería una víctima especial de un linchamiento. Lo llevarían a prisión en donde, sufriendo de graves enfermedades, lo mantuvieran hasta su muerte en lo que fuera un fenómeno de odio especial. Muy pocos son los que realmente conocen la admirable jornada de Fujimori quien estuvo a punto de rescatar a su pais de esa diabólica mediocridad.
Creo que algún día nos daremos cuenta habíamos presenciado el primer golpe de Estado moderno—el candado del congreso en Perú de 1993. Un evento que no atraía alguna atención favorable ante las democracias industriales. Pero en estos momentos podemos llevar a cabo un análisis diferente. Aquellos que pensaron era solo otra toma del poder por alguien que lo buscaba, algo que tan familiar en toda la región. Y entonces veremos fue el primer paso hacia la deslegitimación de una forma de gobernanza cuya razón mega política había dejado de existir. El cierre del congreso de Fujimori era un síntoma de la devaluación de promesas políticas de gobiernos corruptos.
El cambio tecnológico que archivara el industrialismo todavía mantiene atrapados a muchos paises con gobiernos que ya no funcionan. Especialmente sus legislaturas totalmente disfuncionales que promulgan leyes que podrían haber sido simplemente estúpidas hace cincuenta años, pero muy peligrosamente mortales para el país hoy en día. Esto era espectacularmente obvio en Perú donde su soberanía interna colapsaba al igual que el estado de derecho.
En 1993 en Perú todas sus instituciones estaban en ruinas. Hasta las prisiones habían sido tomadas por los reos. Perú sería una de las primeras víctimas del cambio tecnológico pasando facturas cerrando economías disfuncionales y destruyendo sus autoridades centrales. Y esas tenciones mega políticas crecían porque, como en Perú, las instituciones fundamentales estaban atrapadas con perversos incentivos agregando problemas en lugar de resolverlos, labor clásica de la burocracia. La democracia representativa era como un par de dados cargados. Era el mecanismo para el engrandecimiento del Estado y corrupción, que nadie lo superaba.
Grupos peleaban entre ellos, causaban quiebras, compraban oficiales en subastas. El gobierno vendía privilegios. La ley era usada para dar o quitar en un entorno de inmoralidad. Definían al país con la estatura moral de una pandilla de criminales vendiendo bienes robados. Habían hecho ilegal el mercado libre y la ley una ridiculez. Perú se asimilaba a una cinta en la cual Nueva York se habia convertido en la prisión de los peores criminales, en donde existía un infierno apocalíptico en el cual, no había delito que no se cometiera a diario llegando hasta el canibalismo.
Esto era lo que Fujimori pretendía cambiar. Habia controlado la inflacion deteniendo la impresión de dinero. Habia despedido 50,000 burócratas que no trabajaban, cortaba subsidios y se apuntaba ya hacia la proeza de lograr el balance del presupuesto. Su programa incluía crear mercados libres y privatizar empresas en manos de la burocracia corrupta. Y estaba a punto de iniciar los cambios más importantes que hubieran sido definitivos. Pero el congreso le tendía trampas en sociedad con jueces corruptos. Fujimori afirmaba que el Congreso era un recinto de criminales que, en sociedad con el poder judicial corrupto, estaban haciendo lo imposible por detenerlo.
Fujimori habia identificado los principales impedimentos para su reforma y los enfrentaba. Pero los elogios diarios del congreso criminal de parte de editoriales americanos y oficiales del Departamento de Estado en EU definieron el congreso peruano como la encarnación de libertad y moralidad y los peruanos aplaudían a pesar de que en 1994 el crecimiento económico fuera 13%. Ahora podemos ver que la inmolación de Fujimori fue la primera explosión de la destrucción globalista que ahora hasta EU sufre de ella.
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