Ricardo Valenzuela
Los últimos 4 años mi aventura
política ha sido una gran lección que me ha enseñado cómo las pasiones
políticas, mal-manejadas, llegan a romper lazos de toda una vida. El apoyar a
Donald Trump me ha costado amigos, repudio de los economistas libertarios light,
y casi un linchamiento cuando tuve la osadía de ir a un supermercado del barrio
chicano de Tucson con mi gorra MAGA. Y yo me pregunto ¿Por qué ese odio?
Dicen que los verdaderos amigos se hacen en la niñez y, ante los problemas, son los que siempre se forman a tu alrededor. Sin embargo, yo tuve la fortuna de encontrar un amigo especial ya en mi vida adulta. Un tipo muy diferente a las multitudes sin rostro llamado Gary Triano. Alguien que siempre vivió al filo de la navaja y muriera de la misma forma cuando, al montarse en su auto, explotara una potente bomba en un asesinato solicitado por su exesposa para cobrar su seguro de vida.
A inicios de los años 90, Gary fungiría como anfitrión en una visita a Tucson del empresario de moda, Donald Trump. Me invitaba a una cena en su casa para tan distinguido visitante y, aclaraba, sería para poca gente. Yo, como todo mundo, tenía información de quien era Trump, un hombre que antes de sus 40 años había construido una impresionante fortuna operando no solo en EU, también en otros 10 países. Un hombre que, además, tenía otras bendiciones como un padre gran emprendedor que lo dirigiera por esa complicada ruta de los grandes negocios, muy buen atleta en su época de estudiante, e inclusive, tuvo una oferta para jugar beisbol profesional. Pero, sobre todo, un hombre a quien Ronald Reagan en una carta lo animaba a participar en política, misma petición que le había hecho John Kennedy Jr.
La invitación no me entusiasmaba,
pues Trump portaba la reputación de ser arrogante, brusco y de un complejo de
superioridad que seguido exhibía. Fue cuando recordé una entrevista que le
hicieran a Reggie Jackson y le preguntaban “¿Piensas que José Canseco es un
tipo antipático?” Hace una pausa y responde: “Si tu tienes 25 años, mides
1.94, tienes un físico de actor de Hollywood, tu porcentaje de bateo es
superior a 300, pegas más de 40 jonrones, produces más de 100 carreras, robas
40 bases, ganas millones de dólares y a la salida de cada juego tienes 100
jovencitas esperándote, deberías ser antipático porque con esas estadísticas
tienes el deber de serlo”. Fue cuando me invadió la curiosidad y decidí aceptar
la invitación.
En la cena los invitados éramos
solo cinco. Al transcurrir la noche se fue develando un hombre totalmente
diferente a la reputación con la que la gente lo identifica. Emergía un hombre
tranquilo, mesurado, de gran carisma que con genuino interés preguntaba a los
asistentes de sus actividades, pedía opiniones sobre diferentes temas mostrando
conocimientos profundos y una inteligencia fuera de serie. Los invitados
revirábamos preguntando a lo que el respondía con precisa puntería. Me
impresionaban sus conocimientos de economía y finanzas antes de saber su alma
mater era la escuela de economía y negocios de una universidad elite, la
Universidad de Pensilvania. Pero, sobre todo, cuando, al saber yo era mexicano,
con gran interés me interrogaba acerca del país.
Después del evento, de regreso a
mi casa repasaba cómo se derrumbaba la imagen que yo tenía de este hombre y,
sobre todo, la imagen equivocada que tanta gente tenía de él, y construía una
diferente. Definitivamente, el hombre me había impresionado, me había caído muy
bien y presentía algo más que luego mi buen amigo Gary me lo develaría.
Días después veía a Gary y, a
boca de jarro, me dice, “Trump te cayó bien ¿no? pero ¿sabes por qué?” no,
reviro confundido. “Porque tú y él se parecen”. Con sorpresa le respondo, “ah
chingados ¿Cómo qué nos parecemos?” Con una sonrisa procede. “Sí, Trump, como
tú, es un salvaje chero gringo. No se calla lo que piensa y lo echa fuera con
brusquedad. Si lo insultan, revira esos insultos, si lo atacan, viene luego su
contrataque con más fuerza. En su juventud, como tú, fue un peleonero de
barrio. Como tú, piensa que los gobiernos son ineptos, corruptos y conducen los
países hacia el precipicio. No le importa lo que la gente piense de él y se
divierte escuchándolos. Como tú, es orgulloso, soberbio, terco y le cuesta
mucho aceptar consejos. Los dos son una especie de kamikazes frente las figuras
de autoridad”.
Yo permanecía con la boca abierta
y le digo. “Pinche Gary ¿desde cuándo me has estado psicoanalizando? ¿que eres
psiquiatra?” Me responde, “desde que te conocí, chero, y no necesito ser
psiquiatra porque tú, como él, no esconden nada ni tratan de actuar algún papel
pues son, y no lo cito como virtud, dos libros abiertos en los que todo mundo
puede leer, los dos son bron-cos, bruscos, agresivos, explosivos y es muy fácil
hacerlos enojar. Pero, muuyy en el fondo son nobles y muy buenos amigos. Son,
como platicabas de tus vaqueros lidiando con los caballos broncos enfermos”, le
completo el pensamiento; “no se dejan curar parados”. “Exacto”, responde Gary.
“Por eso te cayó tan bien”.
Para cerrar le digo, “pero
también tenemos grandes diferencias” “¿Cuáles?” Pregunta Gary. Le digo,” como
unos 100 puntos en el coeficiente de inteligencia, 10 billones de dólares y él
es abstemio”.
Lo vería algunas veces en mis
viajes a NY que en esos años eran casi mensuales. En una de esas ocasiones,
invitado por él, asistí a una conferencia que impartía en una prestigiada
empresa en la cual, entre otras cosas, exhibía gran conocimiento de la teoría
Supply-Side que demuestra cómo la reducción de impuestos provoca crecimiento
económico al asignar más recursos a las actividades privadas. Y es lo que ya ha
activado con la ayuda de Art Laffer, uno de sus creadores y, con la explosión
económica que ha provoca-do, demuestra esa verdad que los demócratas han
saboteado.
Pero, cuando mis actividades ya
no lo requerían me ausentaba de NY y se enfriaba la conexión hasta que, días
antes de la elección del 2016, me invitaban a una reunión en Phoenix de un
grupo pequeño con él. Me saludó con gusto y comentamos la muerte de Gary. En el
trascurso de la reunión me pude dar cuenta era el mismo que yo había conocido
hacía tantos años, pero, con sus herramientas más desarrolladas, afinadas y, en
especial, con pasión exhibiendo su propósito de regresar el país a su grandeza
derrumbando el esquema de saqueo operado por Demócratas y Republicanos por
igual y, en especial, por los organismos internacionales y otros países.
Un hombre que, con activos tan difícil de encontrar, es odiado y temido por el EP porque saben que los puede detener y, por eso, durante cuatro años han tratado de destruirlo. Ese es el hombre que yo he conocido durante casi 30 años, no el demonio que describe la media porque así lo ordenan sus amos cuando les entregan sus cheques. No es político y decidía participar en una elección, no en un concurso de simpatía, no necesitaba ser presidente para hacerse millonario, pero, al ver la descomposición política y la forma en que se estaba destruyendo el país, abandonó sus negocios para rescatarlo porque, además, ama su patria, es hombre temerario y decidido.
Este es el verdadero Donald Trump.
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