Ricardo Valenzuela
Para seguir
navegando sobre el océano de esta aventura de confusiones capitalistas y
etiquetas falsas, debemos de partir de la consideración y seguridad de que
China no es capitalista, pero sí la podemos calificar de Tecnocracia con un
gobierno realmente solicitado por los trilateristas Kissinger y Brzezinski. Un
especie de gobierno maquilador, pero siempre dependiente de su matriz que le
envía las ordenes de producción.
Pero ¡cuidado! Porque se puede convertir en algo similar a ese periodo en Alemania que, con el esquema de Hitler, progresara económicamente lo suficiente para que su creador decidiera ya no seguir las ordenes de sus agentes, y se diera a la formación de su propia orquesta. El nazismo había sido tan exitoso en lo económico y en lo científico que, para continuar el plan original, sus financieros tuvieron que destruirlo antes que el nazismo los destruyera a ellos. Pero, ese nazismo sobreviviría ante la sorpresa del mundo.
Los
trilateristas y asociados, cuando se dieron cuenta del poder de las sociedades
libres capitalistas que jamás les permitirían controlarlas, iniciaron la
búsqueda de otros formas de gobierno que se conjugaran con sus planes. Apoyaron
al Marxismo, pero se dieron cuenta no producía valor alguno. Pasaron, entonces,
a financiar y apoyar a Hitler cuyos programas eran populares en EU e
Inglaterra. Los resultados mostrarían un pupilo más adelantado que sus maestros
y, sobre todo, una posible competencia buscando el mismo objetivo de controlar
al mundo. Decidieron el programa podría ser muy bueno, pero sin Hitler. Pero,
con un final de la guerra con grandes ventajas para ellos, tenían ya las
herramientas para seguir.
Fue cuando
naciera el concepto de Tecnocracia que en gran parte cumplía con los objetivos
que se habían fijado: Aplicar los principios económicos que, de alguna forma,
provocaran gente trabajando incentivada y su esfuerzo provocara producción a
gran escala, pero que al mismo tiempo se pudiera controlar, no de la forma
tradicional como las ocupaciones de paises, sino a través de herramientas
similares a las de la Alemania nazi, pero con gran cautela. La iniciarían con
Japón y los resultados serían extraordinarios. Un pais ocupado, pero produciendo
a gran escala. Lo continuarían en Corea del Sur y Taiwán con los mismos
resultados.
Y los
invadía una idea, si lograran que esos 1,200 millones de chinos se
transformaran en peones de producción, pero con la permanencia de su gobierno
tiránico suavizado, podrían haber encontrado la mágica receta para finalmente
controlar el mundo. A la sociedad de EU la habían estado programando con
ataques de sus armas silenciosas, para que, con un nuevo mapa en sus mentes,
aceptaran su rendición y entrega ante el soberano gobierno que se encargaría de
ellos. Con la orden que se olvidaran de sus sueños de libertad tan peligrosos.
Pues ahora
se repetiría el esquema del mundo durante la edad media cuando las naciones
vivían en una estructura feudal, una era de misticismo, manejada con una fe ciega
y obediencia al dogma que la fe era superior a la razón. Pero llegaba el
renacimiento donde revivía la razón, la liberación de la mente, el triunfo de
lo racional sobre lo místico, un triunfo incompleto pero que llevaría al
nacimiento de la ciencia, el individualismo, y la libertad con un poco más de
participación. Y eso es lo que los globalistas tanto temen, el hombre liberado.
El tercer
Reich de Hitler no pudo conquistar el mundo—¿o sí?—pero lo transformó
profundamente. Y con los juicios de Nuremberg emergía la agenda oculta que
permanece viva. Las estrategias de guerra, así como sus reglas de combate, después
de 1945 se hicieron obsoletas pero los nazis habían logrado algo importante: La
gran división entre el este y el oeste del mundo para que se enfrentaran. Una
guerra fría en la cual no se daban cuenta que ambos bandos eran controlados por
los mismos financieros y banqueros internacionales.
Aun cuando
el Nuevo Orden Mundial fue firmado y sellado en teoría por ambas partes, el
mundo real necesitaba ser algo más que el deseo de formar un gobierno mundial,
que es el sueño de los globalistas. La visión de Hitler expresada en su libro;
“Mi Nuevo Mundo”, se convertiría en el New World Order con todas las naciones
del mundo a bordo, para dar el siguiente paso del nuevo teatro mundial. Fue cuando
los oligarcas globales iniciaron en EU una lenta destrucción de los
inalienables derechos de sus ciudadanos, mientras forjaban sus monopolios
mundiales.
Lo que
sucedió después de la segunda guerra mundial es la maldición que ahora amenaza
al mundo. Los oligarcas americanos que fueran parte del grupo apoyando a Hitler
en todas sus etapas, ahora eran miembros del gobierno de Roosevelt, admirador
de Hitler. El primer presidente socialista de EU que había sido apoyado por los
más poderosos oligarcas, los dueños del FED y Wall Street, que luego le dictarían
el New Deal, el primer programa socialista para el pais. Así, este grupo, en un
par de años, transformaron EU de ser un pais capitalista y rico, en un estado
de bienestar que pronto estaría en bancarrota. Serían muy ayudados por los
3,000 científicos nazis que, a través del programa paper clip, llegaran a EU y
los instalaran en universidades, industria militar etc.
La herencia
de este grupo, bautizado como Fourth Reich, ha sido un mundo socialista
iniciado con la Unión Europea, su primer víctima. Para, después de muchos
ensayos, finalmente identificar el pez más grande, China, que el abogado
boliviano califica capitalista, donde procedieron a una transformación similar
a la Alemania de Hitler. Hitler no tuvo que expropiar los factores de
producción, solamente controló a sus dueños formando con ellos una diabólica
sociedad
Pero, amigo
Sanchez Berzaín, Alemania Nazi no era capitalista como tampoco lo es China, ni
Rusia, ni toda America Latina. Y, en alguno de mis arranques, tal vez pueda
tener la temeridad para afirmar que tampoco a EU se le puede calificar así,
cuando su gobierno consume más del 60% de su PIB.
Entonces, muera el capitalismo y ¿viva el cuarto Reich?
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