Ricardo Valenzuela
En esta etapa de mi existencia en donde hay tiempo y, sobre todo, apertura de mente y algún tinte de humildad para seguir el ejemplo de Marco Aurelio y, en la soledad, establecer la contemplación de la vida, es algo que me ha estado rindiendo beneficios inesperados. Y, ante un mundo con etiquetas de locura, contradicciones, totalmente alejado de la lógica y la razón, veo un luz. He llegado a la conclusión de que la causa de tanta deformidad es una humanidad que se comporta como una manada de mulas broncas desbocadas, y a ello se debe de apuntar para la solución
Y, para sentar las primeras bases, primero debemos entender y aceptar la venenosa programación que ha sufrido la humanidad desde su aparición en este mundo. Y, al haberlo entendido, de forma automática debería surgir la necesidad de un pastor para rebaño tan destructivo, pero, no un solo individuo con poderes atómicos. Lo que este mundo requiere con urgencia es la sabia rienda de ese ser humano que infinidad de sabios han visualizado. Para Confucio era el hombre superior, para Espinoza era el hombre liberado y, especialmente, para Nietzsche era el Ubermensch con su voluntad de poder.
Y no estoy sugiriendo la emergencia de otro Jesus de Nazaret con sus poderes celestiales. Mi visión es la formación de muchos hombres superiores que puedan contagiar todas las estructuras que se han usado para establecer esa moral de esclavos. Y no es una visión imposible puesto han existido algunos y, como el mismo Jesus de Nazaret nos lo afirmara, el reino de los cielos está dentro de nosotros, solo tenemos que encontrarlo. No es una visión celestial ni milagrosa, es una visión practica y muy real. Además, ese fue el mensaje ignorado de Jesus y, sobre todo, saboteado durante 20 siglos.
Para centrarme y ajustar bien las herramientas, decidí utilizar el ejemplo de mi gran amigo Jose Luis Gonzalez Iñigo quien, como amigos de toda una vida, he sido testigo de su admirable lucha que finalmente se convirtiera en sus increíbles logros.
El ubermensch de Nietzsche con su voluntad de poder que debería ser el nuevo motor de la vida. No esa vida de sufrimiento que siempre describía Schopenhauer, sino una vida asumiendo un proceso de expansión, de innovación, de construcción. Esa fuerza creativa ausente que debe empujar a los seres humanos para desarrollar el cambio y el verdadero progreso sin manipulaciones. Abandonar ese mundo de manifestación ciega que ha mantenido a la humanidad en esos sufrimientos que representa el resultado de una fuerza trágica.
Ese Ubermensch que podríamos atestiguar e identificar en figuras con visiones extraordinarias como Alejandro Magno, Marcos Aurelio, pero, al no haber sido productos terminados, nunca lograran su verdadero potencial. Ese hombre cuya afirmación de vida era oportunidad de crear, de superación engendrando lo nuevo y archivar lo viejo que, en su momento, señalara a quienes fueron considerados héroes, pero, sin darnos cuenta incompletos, y finalmente fracasaran. Pero, nos dejaran esa evidencia de que el ser humano tiene la materia prima para las grandes aventuras.
Ese hombre que puede trascender limitaciones morales mal entendidas y se convierte en una fuerza imparable, el que logra su autoafirmación superior. Ese hombre que lucha y triunfa ante los que se suponen son más poderosos Sus manifestaciones son claras. El portador de un deseo de superación impulsado para la creación de arte como Leonardo da Vince, un Napoleón que fuera impulsado y emergiera su genio militar. Esos que son creadores de las nuevas formas como expresión de su lucha en la política sana. Es ese héroe que todos tenemos en el interior. Un Sócrates con su genialidad filosófica.
Ese hombre que representa la figura de poder celestial, no para adquirir nuevos territorios en la guerra, porque él es superior. No el que impone su poder violentamente, no busca dominar, sino crear. Tiene un elitismo quiere en sus filas los mejores. Es un hombre que se habrá liberado de las cadenas de la impuesta tradición, porque no estaba satisfecho pues el tiene un ideal superior. Porque el no quiso ser conformista y se rebelaría. Porque se dio cuenta de su poder interior sin usar, y con su idealismo practico y real, lo utiliza. Ese ideal que pocos alcanzan y los miopes lo describen como mala fe.
Ese hombre fuerte que ha roto sus cadenas de la moral de esclavo, no cortesía de los viejos valores, sino que ha recapacitado y ahora actúa con los que han descubierto y son más nobles y redituables. Esas reglas que eliminarían actores disfrazados estilo Carlos Acedo Valenzuela o el criminal en jefe, el Sapo Coppel, blandiendo su bandera piedad para cometer sus crímenes, pues, como afirmara Mises, el mercado moral los habrá expulsado por eso, por ser criminales.
Ese hombre que, sin duda, de alguna forma ha encontrado su poder oculto que impulsa la transformación. No ha sido camino fácil, para lograrlo tuvo que establecer herramientas que le permitieran abandonar la manada con su infeccioso mal. Pasaba luego a establecer sus propios planes, pero, acompañados por una serie de valores especiales que, lejos de sabotear su camino que ha sido lo tradicional, le ha surtido el poder que surge de los ideales superiores y no son guerras, opresiones, engaños. De eso él nos quiere liberar. Pero, si no le sucede lo mismo que aquellos con su camino a medias
Si Jesus de Nazaret fue el gran ejemplo de transformación espiritual en el reino de Dios. También nos señaló el reino de Dios está en nuestro interior, no en la promesa nebulosa de un premio en el futuro, ni castigo en eso infierno. El hombre superior encontró inspiración mundana para entender y señalar que, en la lucha, la victoria y la derrota están en este mundo y será aquí donde se nos premiará o se nos castigará. Y, si hubiera un bono celestial, bienvenido.
El surgimiento completo, no a medias, del ubermensch de Nietzsche o el hombre superior de Confucio, se debería convertir en el ejemplo de conductas éticas y morales auténticas. Esa sería la demostración que, lejos de limitar los poderes que Dios nos estableció para su propósito divino, veremos que finalmente no solo reditúan en aspectos materiales y, sobre todo, para el castigo de los criminales, el infierno lo habremos establecido aquí. Pero, lo más importante, sería el inicio de la formación natural de hombres y mujeres especiales que podrían ya transformar el mundo.
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