Ricardo Valenzuela
En esta etapa de mi existencia en donde hay tiempo y, sobre todo, apertura de mente y algún tinte de humildad para seguir el ejemplo de Marco Aurelio y, en la soledad, establecer la contemplación de la vida, es algo que me ha estado rindiendo beneficios inesperados. Y, ante un mundo con etiquetas de locura, contradicciones, totalmente alejado de la lógica y la razón, veo un luz. He llegado a la conclusión de que la causa de tanta deformidad es una humanidad que se comporta como una manada de mulas broncas desbocadas, y a ello se debe de apuntar para la solución
Y, para sentar las primeras bases, primero debemos entender y aceptar la venenosa programación que ha sufrido la humanidad desde su aparición en este mundo. Y, al haberlo entendido, de forma automática debería surgir la necesidad de un pastor para rebaño tan destructivo, pero, no un solo individuo con poderes atómicos. Lo que este mundo requiere con urgencia es la sabia rienda de ese ser humano que infinidad de sabios han visualizado. Para Confucio era el hombre superior, para Espinoza era el hombre liberado y, especialmente, para Nietzsche era el Ubermensch con su voluntad de poder.