Ricardo Valenzuela
Hace dias escribí una nota indicando haber encontrado una brillante luz que me ha señalado la puerta hacia un nuevo mundo. Afirmaba que desde chamaco se me había criticado por soñar, de no darle importancia al dinero—pero esto era lo único que rechazaba y respondía—que el dinero debe ser consecuencia de lo que hacemos, no solo hacer lo que nos debe llevar hacia las mayores cantidades de dinero. Me tachaban de antisocial pues, a diferencia de mis amigos ya debutando en bailes y reuniones sociales, yo todas las vacaciones las seguía pasando en el rancho de mi abuelo.
Por supuesto que me provocaban pensar en lo que me señalaban y, de la misma forma, también me hacían pensar que yo era raro y buscaba razones que me pudieran explicar. Obviamente mi padre no era el clásico sonorense de aquella época, era un hombre que, desde sus once años, habia recibido toda su educación en Europa entre Bruselas y Londres, pero, eso no lo hacía raro, lo hacía diferente. Era un hombre que leía incansablemente y tenía algo muy inusual en Sonora de aquella era, gran cantidad de libros de diferentes temas.