Ricardo Valenzuela
La Segunda Avenida de Donald Trump a la presidencia sabíamos tendría un significado especial todavía más importante que la frustrada primera. Un hombre que no era político por lo que, de inmediato, explotaban las alarmas para quienes han estado empujando una agenda totalmente ajena a la de los dos partidos clásicos, republicanos y demócratas. Un hombre odiado por muchos, pero no lo suficiente para evitar ser favorecido con más de 80 millones de votos y ser electo por segunda vez.
Y para tener los elementos y apreciar esa diferencia, debemos acudir a una referencia llamada, George Soros, el principal actor de algo que sucedería hace solo unos meses. El entonces presidente Biden, ante la sorpresa del mundo, haría de Soros receptor de la medalla congresional al mérito, una distinción muy especial para quienes llenaran una serie de requisitos de casi una santidad ejerciendo algún ministerio celestial en EU. Y para exponer la magnitud del evento, debemos conocer los grandes merecimientos del recipiente.
Soros, como lo describía alguien después del evento, es un hombre que odia todo lo que es bueno, lo que es bello, lo que es harmonioso, todo lo que represente integridad. Es un hombre diabólico con un deseo compulsivo de la destrucción de EU. Un judío húngaro de 95 años que ha sido expulsado de infinidad de paises, incluyendo Rusia y su país de origen, por todas las agresiones que han sufrido de su parte. Y, no es precisamente un pirata harapiento en busca de naves para asaltar. Es un criminal con una fortuna de $30 billones y, si en un momento, necesita algún tipo de apoyo, acude a sus patrones, los Rothschild.