Ricardo Valenzuela
Al inicio de la década de los 80, avanzaba montado sobre la ola de los grandes éxitos materiales como presidente de un gran banco a mis 30 años. Sentía tener el mundo en mis manos y, en mi miopía, veía en el descubrimiento del petróleo mexicano un horizonte brillante sin fin. Sin embargo, de repente explotaba una crisis que desenmascaraba una realidad que muy pocos hubieran considerado. Una crisis que destruía mi vida tan especial que parecía salida de un cuento de hadas. Se expropiaba la banca y mi sueño.
Decepcionado del Mexico en su eterno infierno, decidí emigrar a EU en donde me recibiera la era de Reagan, ese hombre a quien tanto admiraba. Me revivió la esperanza de un mundo libre para los grandes logros que atestiguaba, no solo de EU, sino un contagio para el mundo incluyendo Mexico. Han pasado más de 40 años en los cuales he perdido esa esperanza y, en especial, esa admiración por EU ante una horripilante realidad cuya magnitud es difícil de apreciar.