Ricardo Valenzuela
Hace unos días, en la ciudad de Culiacán, México, se llevó a cabo una fiera batalla entre un verdadero ejército profesional del narco, y una multitud de elementos de policías estatales federales y el ejército mexicano. Fue increíble observar los soldados del narco usando armamento más sofisticado que el de cualquier ejército de los países más desarrollados. Hubo infinidad de muertos, daños en propiedad y, lo más vergonzoso, las fuerzas nacionales se rindieron ante la delincuencia logrando el objetivo de su ataque, rescatar uno de sus líderes. Esto, independientemente de un mensaje al mundo de lo que sucede en México, es también una llamada de atención como la hecha en EU por su fiscal general. Y como cantaba Jose Alfredo, en México, la vida no vale nada.
La semana pasada, el fiscal general de los Estados Unidos, William Barr, ante una audiencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Notre Dame, afirmó que los ataques a la libertad religiosa han contribuido a un declive moral que se manifiesta en el aumento de suicidios, enfermedades mentales, drogadicción y demás jinetes del apocalipsis que azotan al país. Barr señaló que nuestro declive moral no es algo emergiendo espontáneamente sino una verdadera "destrucción organizada". Es decir, "los secularistas y sus aliados han reunido todas las fuerzas de comunicación masiva, la cultura popular, redes sociales, la industria del entretenimiento, la media socialista y la academia para llevar a cabo un asalto incesante contra la religión y los valores tradicionales".
En un pequeño grupo después de su charla, se refirió a la inmoralidad del
sistema político que han pisoteado la constitución haciendo del estado de
derecho una referencia al pasado, la ética letra muerta, la verdad arma de los
inocentes y, en especial, la moralidad del congreso en un triste edificio en
ruinas en donde se oficializa el matrimonio del mismo sexo, el asesinato de
recién nacidos, en donde se han legalizado 60 millones de abortos. Pero la
afrenta más grande a los valores de este país ha sido el atentado de
linchamiento permanente que se lleva a cabo contra un presidente elegido
constitucionalmente. Y cuando un país pierde esos valores y la moralidad, la
traición es el lema, la mentira es la moneda en curso, la moral es el árbol que
da moras, la maldad es legislada, donde no hay religión la hipocresía es de
buen gusto.
El fiscal general está totalmente en lo correcto. Ya sea que los
estadounidenses tengan el valor para reconocerlo o no, se han convertido en un
pueblo totalmente inmoral en el que solo queda un poco más que la pretensión de
la moralidad que si había en el pasado. El ataque de la izquierda contra la
religión y los valores fundamentales es solo la pequeña punta del iceberg en el
estruendoso declive moral de nuestra nación. Pero luego los líderes de esta
avanzada con toda frialdad reviran: ¡Será mejor que ustedes estén preparados
para respaldar lo que afirman con evidencia!" Intentaremos con algunas
preguntas para que respondan.
¿Creen ustedes que es moral que una persona sea forzada a servir los intereses
y propósitos de otra? Y, si esa persona no se somete pacíficamente a tal servidumbre
¿creen que debería iniciarse la fuerza contra ella? Ninguna de las preguntas es
compleja y cualquiera debería fácilmente responder con un sí o un no. Para mí,
la respuesta en ambas preguntas debería ser un rotundo no. Pero si se les
hiciera a todos los profesores universitarios, políticos, actores, periodistas e
incluso ministros no podrían dar una respuesta simple de sí o no.
Una respuesta negativa a las dos preguntas, traducida a políticas públicas,
reduciría el presupuesto federal en por lo menos dos tercios a tres cuartos.
Después de todo, la mayoría del gasto federal consiste en tomar los ingresos de
una persona para dárselo a otra en forma de subsidios agrícolas, rescates
comerciales, servicios de salud, ayuda a la educación superior, asistencia
social y cupones de alimentos. Hay que tener en cuenta que el Congreso no tiene
recursos propios. Además, no hay Santa Claus o hada madrina que pueda inyectar recursos
al Congreso para consolidar lo que se les ocurra. Por lo tanto, la única forma
en que el Congreso puede dar un dólar a un alguien es, primero, iniciando un
proceso de intimidación y coerción estilo la mafia, debe confiscar ese dólar a
otro que lo ha ganado con su trabajo.
Antes la gente
admiraba a quienes hacían fortuna honestamente, todo mundo los quería imitar
trabajando duro, ahorrando, educándose. Pero ahora los odian, la envidia que
provocan se ha convertido en una enfermedad contagiosa. Ahora en lugar de
tratar de imitarlos, le exigen al gobierno que les quite parte o todo de lo que
han creado y se los entregue a ellos que no han creado nada. Y entonces puede
llegar el momento que, a los que producen, no les convenga seguir trabajando y
ya no habrá quien mantenga gobiernos ineptos ni a gente perezosa que se ha
acostumbrado a vivir de esa forma.
Tales acciones del Congreso de los Estados Unidos deberían ofender cualquiera
que tenga sentido de decencia y de moral. Si eres cristiano, deberías estar en
contra de la noción de que cierta gente viva a expensas de otros. Cuando Dios
le dio a Moisés el octavo mandamiento: "No robarás", estamos seguros
de que no quiso decir que no robarías a menos que haya un voto mayoritario en
el Congreso de los Estados Unidos. Por cierto, el tomar esta posición no es porque
yo no crea en ayudar a nuestro prójimo. Pero creer en ayudar a los necesitados metiendo
la mano en el bolsillo de uno mismo para hacerlo, es muy loable. Pero ayudar al
prójimo necesitado metiendo la mano en los bolsillos de otros para hacerlo es totalmente
reprensible y digno de condena.
Debemos reconocer que las leyes y regulaciones por sí solas no pueden producir
una sociedad civilizada o virtuosa. La moralidad es la primera línea de defensa
de la sociedad contra el comportamiento incivilizado. Las enseñanzas
religiosas, una forma de inculcar la moralidad en la sociedad, han estado bajo
asedio en los EU durante más de medio siglo. En nombre de no ser crítico y la
visión de que un estilo de vida o conjunto de valores es tan bueno como otro,
los absolutos morales tradicionales han sido abandonados como principios
rectores. Ya no responsabilizamos a las personas por su comportamiento,
aceptamos excusas y ahora todo se vale y todo es permisible. Los problemas
morales que el Fiscal General William Barr mencionó en su discurso, más
asesinatos, el caos y otras formas de comportamiento antisocial, continuarán
hasta que recuperemos nuestra posición moral.
En 1798, John Adams, uno de los principales Padres Fundadores y el segundo
presidente de EU dijo: "Nuestra Constitución fue estructurada como un
molde, pero solo para personas morales viviendo en sociedades morales. Es
totalmente inadecuada para el gobierno de cualquier otro sistema". Me temo
que un historiador, escribiendo unos cientos de años a partir de ahora, notará
que la libertad de que disfrutaban los estadounidenses era simplemente una
curiosidad histórica. Luego todo volvió a la situación normal de la humanidad:
abuso arbitrario y control por parte de la poderosa élite que sigue controlando
al mundo.
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