Ricardo Valenzuela
Para realmente entender la valiente lucha que ha iniciado Milei contra el sanguinario Goliat, era necesario primero discernir algunas de las estrategias que sus enemigos han utilizado y, como consecuencia, tener claro quiénes son y que es lo que persiguen. Un proceso que han manejado con gran habilidad al estilo de la filosofía de Kant, muy utilizada por los miembros de la organización secreta de Yale, Skulls and Bones, escuela de presidentes. Establecer una tesis, provocar que emerja su antítesis, y finalmente producir una síntesis. Y como buenos francotiradores debían de escoger muy bien su camuflaje y nunca fueran detectados.
Lo primero era identificar sus blancos—capitalismo y liberalismo—los dos pilares de las sociedades libres, para fabricar la tesis al identificarlos como las peores plagas de la humanidad. Al capitalismo le daban el significado de explotación, abusos, crueles monopolios, los peores agresores del estado de derecho cometiendo toda clase de pecados. Y, lo más paradójico de la tesis, con las diabólicas etiquetas que le dedicaban, estaban describiendo sus propias conductas utilizadas para construir sus increíbles fortunas y todavía quieren más.
Al liberalismo original que naciera de las geniales mentes de hombres como Locke, Adam Smith, Bastiat, ideas que eran para darle estructura a lo que provocara su nacimiento: “La gran rebelión de la gente contra monarcas y aristócratas que vivían del trabajo de esas clases que ellos consideraban inferiores”. Es decir, con un movimiento libera que se rebelaban contra lo que ellos, con la tesis, habían logrado la gente identificara como lo que representaba el capitalismo siempre señalando el que ellos no eran parte. Así, el gran Herbert Spencer con su libro en 1903, “The Coming of Slavery”, afirmando el mundo regresaba a la guerra y el barbarismo.
En la antítesis para el liberalismo, habían logrado que este movimiento que originalmente fuera para la liberación del hombre de las cadenas del estado, ahora se le considerara la antorcha del socialismo irrespetuoso de la ley, amante del poder de las masas, sin respeto por los derechos individuales ni a la propiedad privada. Y, en su versión moderna, promotores del matrimonio de homosexuales, abortos, de las tribus desenfrenadas de LGTB, de Antifa, todos violentamente exigiendo derechos especiales, educación monopólica y un gobierno activista que solo presagiaba destrucción.
A estos dos deformados conceptos se les agregaba un nuevo ingrediente para su potaje infernal. Ambos debían de operar con una ausencia total de moralidad archivando la famosa afirmación de Mises: “El mercado no puede evitar que lleguen a él hombres de corazón corrupto, pero, si el mercado es verdaderamente libre, el mismo mercado los expulsará”. Y habiendo eliminado la moralidad en la política y los mercados, se abría la puerta a un fenómeno que, habiendo ya construido su antítesis, surgía como la síntesis de los nuevos oligarcas y Mises bautizara como “intervencionismo”. Una sociedad de las grandes corporaciones monopólicas con esos gobiernos inmorales que, los oligarcas, con el poder de sus mal habidas fortunas, ahora son los que deciden quienes estarán a cargo de gobiernos.
A los oligarcas, ante la explosión de Milei, los ha invadido el pánico de la posibilidad de enfrentar una situación como la del siglo 16. Se está descubriendo la síntesis que fabricaron. Surge una iglesia universal corrupta que ha perdido poder y se entrega a los oligarcas. Ante tal problema en aquella era se afianzaba el absolutismo de los monarcas que provocaría la rebelión de la gente. Y la política en el sentido moderno, como la lucha por el control y la racionalización del poder estatal, iniciaría su decadencia ante la tecnología.
A inicios del siglo 20, la nación-estado estaba desapareciendo y se anunciaba la emergencia de una nueva forma “salvadora”. Los gobiernos ya sentían la competencia de las grandes corporaciones y, durante las primeras décadas del siglo, los oligarcas con su síntesis pasaban a establecer control de los gobiernos como promotores de guerras y proveedores de pedidos para su Complexo Militar-Industrial. Así, los gobiernos perdieron algo que les había dado un poder sin rival, el monopolio del uso de violencia con oligarcas que ya la controlan, inclusive, el de las fuerzas militares de los gobiernos.
Y hemos llegado a un presente en donde la ley, las reglas, mandatos, códigos de ética y moralidad, solo se exigen a la gente que siempre ha estado oprimida, pero nunca de la oligarquia, sus señores feudales y, sobre todo, a los gobiernos. Y cuando los gobiernos usan la fuerza contra gentes que no han violado el derecho de otros, los gobiernos se convierten en los peores enemigos de la gente. El liberalismo original condenaba acciones de gobiernos como censura, control de precios y salarios, confiscación de propiedad, regulación de las vidas personales y sus economías. Pero, quienes se protegen con el nuevo escudo de una verdad que pueda emerger del capitalismo o liberalismo que ellos han definido, están exentos y son libres de hacer lo que a nadie más le es permitido.
Este proceso se ha desarrollado ya por mucho tiempo mientras nos confunden con sus monopolios de la media, de la educación, mientras desarrollaban la búsqueda que se pudiera incrustar en su ya famosa síntesis. Y en esa búsqueda, como Colón cuando descubria el nuevo mundo lleno de euforia, encontrarían el esquema perfecto que llenaba todos sus propósitos, el nazismo de Hitler. Así, en 1932 los oligarcas más importantes de Alemania, acompañados de los americanos e ingleses, en una reunión con Hitler, acordaron apoyarlo y llegara a la Cancillería alemana con la libertad para aplicar las ideas plasmadas en su libro; My New World.
No fue algo que sorprendería a nadie pues Hitler era muy admirado en EU por oligarcas como Henry Ford, Prescott Bush, Rockefeller, JP Morgan, los hermanos Dulles, y hasta el mismo Roosevelt. Porque lo que el nazismo significaba era una fusión entre el Estado y los grandes poderes corporativos. No era capitalismo que pudiera emerger como competencia. No era socialismo que calificaban de ineptitud.
A los oligarcas no les interesa la política ni temas sociales, a ellos solo los impulsa su deseo de más poder y riqueza que es la sangre de sus vidas. Por eso su enfermiza atención al comercio y la banca que es algo que siempre ha estado atrás de todos los eventos mundiales modernos. Esa es la base de su compulsivo deseo para su nueva explotación, The New World Order, contra lo cual Milei se ha plantado retándolos.
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