John Adams,
el Segundo presidente de EU y padre de John Quincy Adams, el sexto presidente
de EU, en una carta a Jefferson, ambos al final de sus vidas, le afirmaba.
“Fue mi deber
estudiar la ciencia del gobierno; las artes de la legislación, administración,
la negociación deben ocupar el lugar de todas las demás artes. Debí estudiar
política y guerra, para que nuestros hijos tuvieran libertad para estudiar
matemáticas, filosofía, geografía, historia natural, arquitectura naval,
navegación, comercio y agricultura, para darles a sus hijos la oportunidad de
estudiar pintura, poesía, literatura, arquitectura, música”.
En la noche que se celebraba la elección de Trump, el gran Stallone afirmaba. “Acabamos de elegir al nuevo Washington.” Tenía razón y los hechos lo están avalando.
Desde aquel día de verano en el 2015 cuando Trump aparecía en la escalera de su Torre Trump en Manhattan para anunciar sus intenciones de convertirse en presidente de EU, yo, no solo pronosticaba que lo lograría, sino que sería un presidente como el que jamás los EU hubiera tenido. Un presidente que estaría derribando todas las barreras con las que han estado expropiando aquel combustible social que habia llevado el país a la grandeza. Un presidente que no dejaría tema vital sin tocar, ninguna situación especial sin atender. Penetraría lugares considerados intocables, casi sagrados, en donde la tradicional clase política instalara letreros de “prohibido.” Y asustaría a muchos miopes.
Afirmaba también que
no dejaría sin penetrar esas regiones convertidas en santuarios para los
tradicionales verdugos del país, tampoco dejaría sin castigar los imperdonables
pecados capitales cometidos por esos mismos verdugos. Y las sentencias más
severas irían contra los más voraces cuyas largas trayectorias destructivas habían
siempre avanzado con impunidad. Que invadiría recintos sagrados como educación,
el sistema judicial, los abanderados de esas tendencias que destruían la moral
de la sociedad. Recintos tan peligrosos como los que construían hombres como
Soros.
Obviamente, ese
mismo estilo ajustador lo llevaría a los recintos internacionales en los cuales
hombres como él no eran bienvenidos. Denunciaría los abusos de esas
organizaciones que sufría EU ante la pasividad o complicidad de quienes lo
debian proteger. Abusos en las aportaciones que solamente EU era su blanco.
Abusos en los supuestamente acuerdos de “libre comercio,” de salud global, de protección
regional y muchos otros que, como sería natural, lo convertirían en el hombre
más odiado de esa tramposa comunidad global, y en el blanco de todas sus
agencias de comunicación. Convertirían su estilo directo y agresivo denunciando
al Estado Profundo con todos sus secretos, en una “conducta irracional”
amenazando el progreso.
En pocas palabras, Trump sería un presidente kamikaze, pero, no para la destrucción de lo verdaderamente bueno, sino para la liberación de los EU de los agentes, organizaciones, pactos, acuerdos, dictados que habían permanecido intocables ante las diabólicas avanzadas de ese movimiento elegantemente llamado Globalismo, Tecnocracia, el Nuevo Orden Mundial. Todos dictados por esos poderes invisibles pero evidentes con los que todos los paises del mundo estaban sucumbiendo. Fuerzas que por mucho tiempo habían estado modificando el destino de EU totalmente alejado de sus orígenes bien descritos en su Declaración de Independencia y su Constitución.
Un presidente que provocaría no solo el pavor de sus blancos, sino un profundo odio de esas fuerzas ya muy visibles que con histeria verían un loco desatando una fuerza inesperada con la que sabían los podría desrielar. Fue cuando, inclusive, yo expresaría mi temor, compartido con Bill Bennett, de que los pudieran asesinar porque se habria convertido en el peor peligro que esas “invencibles” fuerzas hubieran enfrentado. Los invadiría la histeria ante la gran posibilidad de que sus secretos emergieran a la luz que los retratarían como lo que son, animales sin principios, sin moral, sin compasión.
Un presidente
que, para poder neutralizarlo, acudirían a las tácticas que ni siquiera las
grandes mafias se hubieran atrevido. Y, ante tal problemática, sus acciones se alzarían
a los niveles de una soberbia que los expondría ante el mundo. Y, ante su desesperación,
utilizarían armas ahora ya tan visibles que provocarían que todos sus
juramentos perdieran su constitución. Pero, como todos los criminales de
oficio, invadidos por esa misma gran soberbia, decidirían tácticas más allá de
lo que lo hubiera motivado su enfermiza ambición.
Porque este
hombre habría inyectado a sus planes algo que ellos no conocían, el riesgo. Un
riesgo de tal naturaleza que podría llevar a un naufragio de su Nuevo Orden
Mundial. Y, sobre todo, el naufragio de su largo esfuerzo para someter su
blanco más anhelado, EU. El posible naufragio de su mortal cadena financiera
liderada por el FED que, al naufragar, como cadena de un dominó naufragaría el
resto de sus candados que formaban los cimientos de su edificio de la
esclavitud mundial. Naufragaría su creación tan vital, la Comunidad Europea,
que de inmediato mostraría su mal intencionada sumisión del viejo continente
que era su joya especial.
Pasarían a la
lista de blancos todas esas instituciones globales con las que operan sus
avances: ONU, OTAN, OMC, FMI Banco Mundial y con ellas la ropa interior de sus
acuerdos de libre comercio, que nada tienen de libre y mucho de control político.
Naufragarían sus intenciones de replicar la receta europea en el Pacífico, en África,
pero, sobre todo, el paso final para establecer su Gobierno mundial
desapareciendo el concepto de paises libres, soberanos y el reino del individuo
sobre el estado. Se provocaría el desempleo universal de burócratas profesionales
en Bruselas, los de Nueva York, pero surgiría la potencia que proporcionan esos
ahorros a las economías liberadas como apunta ya la de EU reclamando su lugar.
Y, el presidente que, fallaran en asesinarlo, ahora lidera a EU hacia su vieja gloria despojándolo de sus cadenas, de sus falsos endeudamientos, de los políticos vendidos que han operado para esas fuerzas diabólicas. Y liberado de una cuarta parte del presupuesto elaborado para saquearlo, esa misma cantidad irá ahora a los bolsillos de su gente en prosperidad. Porque, con esas fuerzas neutralizadas, EU ya se dirige a la era dorada que este presidente ha señalado. Porque, estos criminales globales, a diferencia de tanto ciego, con horror están ya atestiguando el Segundo Renacimiento de la Humanidad.
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