SEGUNDA BUSQUEDA DEL DEMONIO IGNORADO (PRIMERA PARTE)

Ricardo Valenzuela

 Los 5 demonios más poderosos de la Biblia

Durante toda una vida tratando, según me lo habían hecho entender, debía adquirir un conocimiento diferente al que me habían proporcionado de la forma tradicional para alguien emergiendo de familias dedicadas a los negocios, nuestro destino natural. Después de las universidades me sumergía en potentes lecturas de las ramas de mi vocación, economía, finanzas, liderazgo etcétera. Me di cuenta de que habia ignorado algo fundamental, el llegar a realmente conocer al principal actor de este interminable recinto que llamamos nuestro mundo, la compleja creación de dios para habitarlo, el ser humano. 

Y, como siempre he vivido blandiendo mis conductas compulsivas, adictivas, tanto en lo bueno como en lo malo, inicié mi cacería en otro interminable recinto donde moran esas ideas para mi desconocidas y, olvidando aquellas descripciones de locura para quienes navegaban un solo campo que, en la ceguera clásica, considerábamos el bosque de la locura. Decidí acudir a la filosofía, pero, a mi estilo, buscando a esos filósofos diferentes que a ellos mismos les colgaban la etiqueta de locura, los condenaban, los rechazaban, excomulgaban e, inclusive, a través de los siglos los eliminaban por considerarlos peligrosos enemigos de la humanidad.

 Así conocería a Sócrates, el primer mártir de sus ideas, a sus discípulos Platón y Aristóteles, por supuesto, Spinoza, Nietzsche, Descartes, hasta Pitágoras el gran sabio de las matemáticas, hasta presentarme con san Agustin. Y lo hacía sigilosamente tal vez evitando que me llegaran a colgar la misma etiqueta de locura, especialmente al atreverme a citar a Schopenhauer con sus citas como: “el ser humano es un animal carnívoro que con la sociedad han tratado hacerlo herbívoro y fallaron.” Y me daba cuenta mi ignorancia del hombre era más grande de lo considerado, pero, en medio de mi soberbia me negaba ante esa realidad. 

Y, esa realidad chocaba con mis ideas tradicionales y, así crecía mi lucha ya provocando gran resistencia ante una clara verdad. Solo al enfrentar una dolorosa realidad que inútilmente pretendía ignorar, la traición de quien consideraba un amigo incondicional, Luis Coppel, se incendiaba una vela que me cimbraría. Una traición conteniendo todos los ingredientes para dibujar esa realidad de la peor maldad que podría configurar a un ser humano. Una realidad donde se conjugaban la traición, el robo, el fraude que nunca habia sido capaz de entender. Y después de años sometido a lo provocado por ese ser tan diabólico, debía buscar la forma de entender cómo había sido posible la vida me enfrentara a lo que me parecía increíble. 

Y, lo primero que surgia, era deshacerme de algo que me había golpeado con gran fuerza, el sentir que de alguna forma yo merecía ese fatal golpe que sufría de parte de un ser vil. Pero, a medida que buscaba, en ese doloroso proceso emergia ante mi el cuadro de la estructura de un ser humano verdaderamente deformado. Alguien que personificara claramente lo que uno de mis nuevos filósofos definía como humanos vistiendo máscaras fatales con lo que siempre engañaban. Esos elementos que, guiados por sus más profundos sentimientos deformados y antivalores que les inculcaran, escogían vestir esas mascaras como una necesidad para ocultar su realidad. Y, decidida profundizar para conocer sus destructivas tormentas. 

Porque mi dolor más grande no era tanto provocado por su robo de una buena parte de mi fortuna, sino la traición de quien yo habia ayudado siempre ante el precipicio de su insolvencia. Debía saber cómo era posible un acto tan deplorable de parte de un ser humano que, complementando sus máscaras, actuaba con el cinismo de una frialdad que solamente era clásica de un psicópata sin consciencia que nunca habia portado valores como moralidad, integridad. Un ser tan despreciable que despertaba mi necesidad de saber cómo se habia construido y cuantas mascaras tenía que yo no detectara. 

Al analizar las posibles raíces de su pudrición, llegaba a mi mente aquella escena de la cinta Rambo en la cual, Rambo, después de haber provocado una masiva destrucción, los policías que se disponían a detenerlo, conscientes de su capacidad destructiva uno de los líderes de esa policía desesperado preguntaba ¿Quién podría ser responsable de haber creado ese monstruo? Y, de repente escuchan una voz que les decía, “yo soy ese responsable, lo recluté, lo entrené y lo comandé en los campos de batalla, y es el mejor de todo miss destructores”. Era la voz del general que lo habia preparado para eso, destruir usando prejuicio extremo. 

Entonces, debía descubrir quienes eran los generales responsables de la construcción de ese monstruo tan efectivo. Porque en nuestro grupo de amigos ningún otro mostraba esas diabólicas actitudes. Habia algunas pistas, pero, no tan potentes para eso. Pero, en una ocasión alguien que no lo conocía con profundidad, pero lo habia observado durante un tiempo, un día se me acercaba con un consejo que se me hacía fuera de contexto cuando me dice. “Ten cuidado con ese amigo tuyo.” Verdaderamente sorprendido le pregunto ¿por qué? y su respuesta me parecía increíble. 

Y procedía, “porque te odia”, yo ya alarmado le reviro ¿por qué? Hemos sido amigos toda la vida. Y fue cuando me dejaría sin habla al responder. “Porque es un tipo envidioso y tu representas todo lo que él no tiene. Tu eres guapo y él es feo, tú eres alto y él es chaparro, tú tienes pelo y él es calvo, tú tienes cuerpo de atleta, el es un enano gordo, tú atraes a las mujeres, él les da asco porque, además, es antipático no carismático como tú. Y, aunque esto te parezca increíble, te odia profundamente y algún día te va a traicionar de una forma que verdaderamente te lastime.” Desgraciadamente no le di importancia a eso consejo, aunque, algo me decía tenía razón. 

Ya involucrado en mi lectura de esos filósofos tan odiados, pero ya con el puñal clavado en mi espalda. Me mostraban un mundo, que ellos habían pronosticado donde el famoso ubermesch de Nietzsche, estaba siendo destruido por las fuerzas oscuras de la civilización y emergia el “hombre único” que, de su interior donde tenemos lo bueno y lo malo, rescataba lo más atroz de su inventario basado en todas raíces diabólicas. Ese hombre que ya actuaba en el ambiente que ahora se le proporcionaba donde lo bueno era posesión de los pendejos y lo malo el secreto del éxito. Donde cada día se disolvían los valores judío-cristianos y el estado presentaba los nuevos. 

Entonces recordaba las palabras de mi padre. “En este nuevo mundo el hombre decente y moral es considerado pendejo, y a los criminales se les admira tanto, que les construyen monumentos y calles con sus nombres.”

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