LA CONCIENCIA EN EL OK CORRAL DE TOMBSTONE

Ricardo Valenzuela

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La organizaciones internacionales constantemente nos están inundado con sus bellas odas del increíble avance que la humanidad a logrado desde la era de las cavernas. Tanto que algunos sugieren reducir esa velocidad. Pero, algunos pensadores profundos los consideran pírricos frente a lo que identifican como el verdadero potencial del ser humano. Ellos se basan señalando la historia que, durante los 20 siglos de la era cristiana, ese potencial siempre se ha bloqueado de diferentes formas. 

Y ese saboteo ha sido muy efectivo, aunque, con el avance científico, si no los ha detenido totalmente, si ha sido una preocupación creciente ante algo que podría surgir. Así los verdaderos genios, cuando no es posible reclutarlos, simplemente los eliminan como fue el caso de uno de los más grandes, Nicola Tesla, víctima de Edison y JP Morgan. Y, se alistan las armas en el OK corral.

 Sin embargo, en años recientes hemos visto a esos poderes en actitudes semejantes a las de un animal herido frente un peligro de muerte. Porque ha surgido una nueva ola de científicos que, en mi opinión, estarán provocando una verdadera revolución al estar apuntando hacia una fusión de ciencia y espiritualidad. Uno de ellos es Federico Faggin, quien publicaría un iluminador libro titulado; “Conciencia, vida, computadoras y naturaleza humana,” proponiendo una teoría, según la cual, la conciencia es una dimensión desconocida y un fenómeno puramente cuántico, único para cada uno de nosotros, desaprovechado. 

Siempre se ha asumido que ciencia y tecnología era el futuro, olvidando que la conciencia es anterior que los pensamientos que produce el cerebro. Los seres humanos no somos maquinas con las limitaciones de un sistema automático. De ese principio ha emergido una nueva visión para considerar la conciencia como el jugador principal del torneo. El conocimiento científico se ha basado en la forma en que lo concebimos y la conciencia era algo secundario. Pero la física tenía grietas y el primero que lo señalara fue Einstein con sus teorías inspiradas por Spinoza. 

La conciencia, en suverdadero significado, no es producto del cerebro, el cerebro es la herramienta que le da forma a la manifestación de la conciencia. Es el punto de partida donde todo emerge de la conciencia. Nos dan fórmulas y ecuaciones para observarlas, pero con ellas no se puede observar la conciencia, porque es la directora de la orquesta celestial y no necesita logaritmos ni ecuaciones. Es la divinidad interior que predicaba Jesus, es la que se encarga que la potencia sea realidad. Es el factor que puede crear esa increíble realidad y nos convierte en el principal actor.    

Pero la física cuántica provocaría una explosión. La materia pasaba a un segundo plano para develar el gran misterio de la conciencia. La física, las matemáticas, sin la participación de la conciencia eran limitadas pues no era posible consideran el universo como solo una máquina. Así, el ser humano debutaba como lo esencial y el jugador principal armado con su conciencia. Por lo cual, se descubrió el universo está ligado a la conciencia que lo observa (Dios de Spinoza) La Cuántica sería la nueva versión de la realidad ignorada. 

La conciencia no era lo que siempre habíamos pensado, es esa fuente de la cual brota toda la realidad. El universo está en la conciencia no al revés como hemos pensado. La cuántica es la arquitectura de la conciencia, lo que nos debería dar la herramientas para despertar nuestra divinidad. Deidades siempre están en una revolucion a base de información y conocimiento lo que nos debe conducir a “Ser,” que es inseparable del conocer. Así, el objetivo cuántico debe asignarse como la transformación del “Ser,” no la transformación de partículas. La fusión de la Física con la Espiritualidad en donde la conciencia sea la reina.   

Hay otra realidad invisible donde la conciencia tiene su taller. Una realidad que no se puede comprobar con los sentidos. La evolución tecnológica de Einstein descubrió que el cuerpo humano puede operar de forma celestial, pues cada célula está conectada a un todo universal, un campo de inteligencia viva. Nos enseñaron a creer solo en el universo físico. La Cuántica nos ha enseñado estamos en un paradigma y campos nuevos sin limitaciones físicas, pues somos una conciencia cargada y vibrante. El cuerpo es una red cuántica divina pero dormida. Y cómo siempre afirmaba Tesla, el cuerpo es una poderosa antena lista para grandes recepciones transatlánticas o intergalácticas.  

Los estados cuánticos tradicionales colapsarán para darle paso a la conciencia y de esa forma lo infinito se convierta en experiencia real. Números, fórmulas, procesan, pero no sienten. Conciencia es la vibración interna creadora de la belleza, el amor, la poesía. La información cuántica solitaria no se puede aplicar en esta ecuación sobrenatural. La conciencia es un fenómeno cuántico que se manifiesta. Así nos podemos convertir en la realidad de nuestros pensamientos, sueños y sentimientos. No somos observador y observado, somos las dos versiones. 

El cuerpo es un vehículo temporal pero la conciencia no mora en ese cuerpo. Al abandonarlo nos damos cuenta de la realidad y nos convertimos en ese conciencia que es el verdadero reino de Dios. Veremos la conciencia nunca fue parte del cuerpo material, el cuerpo fue el estuche que nos asignaron, y al abandonarlo es cuando la conciencia se expande. Es cuando nace ese Yo reflejo de mi individualidad. La consciencia nunca fue parte del funcionamiento del cuerpo y deberá seguir existiendo incluso después de la muerte de este. El cuerpo se comporta como un dron controlado verticalmente por la consciencia, pero esa conciencia divina no usada porque no sabemos cómo. 

Y el llegar a ese punto sin haber utilizado el poder celestial de la conciencia para encontrar la verdad, ese ser verdaderamente consciente que predicaba Jesus, será muy triste. Ni siquiera utilizando la nueva moda, IA, porque no siente ni sentirá. Porque nos habrían dado la tarea de provocar nuestra autoconciencia que nos condujera hacia la divinidad. Esa divinidad desconocida, ignorada, enmohecida, porque preferimos las maquinas que hacen lo que tanto nos gusta, obedecer sin cuestionar y aceptar seguir viviendo en el valle de lágrimas.  

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