Ricardo Valenzuela
Cuando acudo lleno de entusiasmo a presentar mi invento más reciente con la etiqueta, Cristianismo Científico Electromagnético, como esperaba, los que lo escuchan se ríen y de nuevo acuden a describirme de la misma forma que lo hicieran aquel año de 1988, cuando anunciaba los cambios que Salinas todavía no iniciaba. Ellos de inmediato afirmaban. Valenzuela ya no toma, ahora parece que fuma mariguana o consume hongos.
Pero, ahora lo hago porque estoy seguro de que esto ha sido el gran descubrimiento de mi vida. ¿Cómo? Simplemente al haber encontrado esa mundana llave para aceptar y sostener lo que siempre se me solicitaba aceptarlo con esa fe ciega. Porque esa fórmula nunca me pudo surtir herramientas para capear las tormentas que agitaban a mi barca en medio de un océano huracanado que, en diferentes etapas de mi vida que, sin haber encontrado ruta segura, estuve a punto de aceptar su naufragio porque pensaba era el destino inapelable.