Ricardo Valenzuela
Creo que el gran descubrimiento de mi vida ha sido identificar mi glándula pineal y, sobre todo, haber sido capaz de lograr mis primeros contactos con lo que el gran Descartes describía como el asiento de Dios. Einstein la etiquetaba como la puerta hacia la quinta dimensión en donde cualquier ser humano puede entrar para comunicarse con el Dios interior que todos tenemos. Esa divinidad de la que tanto insistía Jesús en sus verdaderos mensajes. No busques el reino celestial en el exterior, el reino está dentro de ti.”
Porque Jesús no le rezaba al dios del viejo testamento, puesto que nunca usaba la palabra, Dios, la que él usaba, era padre, a quien, con sus mensajes subliminales, se podría detectar para identificarlo como una conciencia muy superior a cualquier otra fuerza conocida. Y, el Dios que él identificaba con sus mensajes encriptados, era el Dios que todos tenemos en nuestro interior como extensión de esa conciencia superior. Ese es el Dios a quien deberíamos orar, no haciendo pedidos, sino siempre afirmando, decretando lo que ya tenemos oculto y no sabemos cómo sacarlo, y lo afirmaba así el evangelio de Tomás: “Lo que tienes en tu interior, si lo sacas, te salvará, pero si no lo sacas, te destruirá.”