Ricardo Valenzuela
Cuando
iniciaba mi carrera profesional, en la década de los años 70, tuve la
fortuna de que a las escasas dos semanas de haber arribado a la ciudad
de Mexico, mi padre hiciera un viaje de negocios a la misma y, muy a su
estilo, desde nuestro encuentro en el aeropuerto me giraba
instrucciones del plan que había ya confeccionado el cual obviamente me
incluía, pero con la flexibilidad de permitirme algún tiempo libre
pues me encontraba en esos momentos dedicado a las entrevistas de mi
primer trabajo.
El motivo de la excursión de mi padre, era el
llevar a cabo el pago de la extorsión anual al entonces Departamento de
Asuntos Agrarios y Colonización, para de esa forma evitar las
invasiones de nuestros ranchos ganaderos que, como la mafia siciliana,
eran promovidas por batallones de líderes campesinos en su nómina si
alguien no cumplía con el ritual. Ya en años anteriores, siguiendo uno
de los principios revolucionarios de la reforma agraria, habíamos sido
despojados de más de 20,000 hectáreas.