Ricardo Valenzuela
En mi azarosa vida, es la primere vez que, al inicio de gobiernos de quienes ganaran sus elecciones, y ya cuento las de Reagan, la del primero de los Bush, las de Clinton, las del segundo Bush, las de Obama, la de Trump, y la de Biden, y veo que sus acciones desde antes de ser juramentados, de alguna forma van dibujando lo que la gente debe esperar. Y ahora veo a un Trump quien, después de un descanso de 4 años, ha estado ya provocando emociones tan poderosas notificando las acciones que se propone ejecutar y son temerarias y totalmente diferentes a la costumbre.
Pero, no solo ajenas a las tradicionales que parecen emanadas de un guion preparado y se les entrega a los elegidos. Las palabras y las acciones de Trump han estado notificando que esta segunda edición de su gobierno, serán acciones que jamás alguien se hubiera atrevido siquiera enumerarlas. Mucho menos un juramento de llevarlas a cabo con el compromiso de lograr objetivos que se han notificado, y estos señalan que estarán tirando murallas, fortalezas, y monumentos, que durante toda la vida republicana han sido templos sagrados de sacerdotes criminales que se defienden contra todo.
Con la
misma ilusión y sorpresa que me provocaran las acciones de Salinas en aquel
Mexico de 1988, cuando iniciara el derrumbe de todos aquellos falsos pilares
que sostenían la historia de mentiras sobre las cuales se edificaba un país
agraviado. Acciones como el debut de Mexico en la libertad de comercio y de
mercados, la privatización de la economía, desprendimiento del cáncer que
representaban las 2,000 fracasadas empresas del gobierno etcétera. Y, lo más
importante, ya no se hablaba de la fatal revolucion mexicana.
Ahora estoy atestiguando un Trump notificando que muy pronto se estarán derribando esos mismos pilares artificiales que se han edificado y con los cuales se pretende sigan sosteniendo este agraviado país. Una aventura peligrosa porque son acciones que afectan directamente a quienes han actuado siempre como propietarios de ese establecimiento que ha subyugado toda la nación.
A Salinas
le pasarían la factura de ese fracaso al final de su administración esgrimiendo
que todo habia sido provocado por lo diabólico de sus acciones, y los mexicanos
lo debíamos condenar para luego acudir arrepentidos a la confesión de nuestro
pecado aceptando el esquema de libertad. Pero, nadie se dio cuenta que, el
derrumbe del edificio revolucionario no lo habia causado la destrucción de
aquellos nuevos pilares construidos por Salinas. Ese derrumbe claramente
mostraba las huellas de los enemigos de la libertad y, de forma maquiavélica, le
cargarían la cuenta a Salinas. Si el sexenio de Salinas hubiera terminado en
1993, le hubieran concedido el premio nobel de economía.
En enero
del 94 se iniciaba un ataque con dedicatoria y resultado final sería el regreso
de los verdaderos destructores para, con la ceguera que siempre nos identificara,
pedir a gritos regresar el país al infierno que durante tantos años habíamos soñado
abandonar. Así recuperamos la dictadura perfecta, al nacionalismo
revolucionario, a la sustitución de importaciones, para condenarnos a caminar
de nuevo esa ruta hacia la eterna mediocridad. Los viejos priistas sonreían.
En estos
momentos Trump, con su victoria está provocando una sorpresa superior y, sobre
todo, ese entusiasmo nunca visto que durante su primera administración jamás le
permitirán usarlo puesto que, desde el primer día, se activara un diabólico
plan para, primero, en una reunión especial el mismo día de su toma de posesión,
se jurara el compromiso de las huestes de Soros para evitar el plan para la destrucción
de los pilares de su propiedad, que han sostenido esa falsa estructura.
Y, segundo,
destruir a quien de nuevo amenazaba expulsarlos de la ilegal toma de los
territorios que han ocupado y saqueado desde el nacimiento del país, como si
realmente fueran de su exclusiva propiedad. Y nadie se debía atrever a cuestionarlo
sin que pagara severas consecuencias. Y eso fue lo que provocara el asesinato
de Kennedy y un hombre que, por los mismos motivos, también perdiera la vida siendo
su tutor político, James Forrestal. El hombre que, al igual que el presidente Eisenhower,
le habían advertido de esa naciente amenaza. Por motivos similares el
presidente Jackson en 1835 sufriera un atentado, y al presidente McKinley lo
asesinaran en 1901.
Ellos no solo han tratado de arruinar los negocios de Trump, su familia, sus amigos, dos intentos de retirarlo de la presidencia y también han tratado de asesinarlo. Porque, a diferencia de Salinas, él ha podido regresar con las cicatrices en la espalda de su primera de la primera batalla y un gran aprendizaje. Ahora se presenta con la autoridad y la espada desenvainada para llevar a cabo lo que no le habían permitido hace 8 años, y llega para cimbrar la nación.
Y, debemos
señalar algo importante. En los dos casos-Salinas y Trump-para evaluar la
criminalidad y maldad de sus enemigos, solo hay que analizar los resultados y,
sobre todo, las soluciones a las que acudieron esos bandoleros para retirarlos
del campo de batalla. Y así nos daremos cuenta de un perfil que comparten ambos
enemigos. Con su enfermizo deseo de destruirlos, no les ha importado usar como
estrategia especial la irresponsable destrucción de sus paises.
La otra
gran diferencia es que la obra de Salinas quedó totalmente destruida con su reputación
y, sobre todo, les dio a sus enemigos el material para construir un nuevo
demonio al que también le cargan la culpa; el neoliberalismo, ese fantasma para
darle sepultura en una fosa tan profunda que les diera la seguridad que nunca
más apareciera en el horizonte. En el caso de Trump, después de haber perdido
la primera batalla, ha podido regresar impulsado por la frase del gran Joe Frazier:
“no hay nada mas excitante que alcanzar esa gran victoria en la revancha.”
A Salinas
lo destruyeron con el Efecto Tequila, a Trump trataron de abatirlo con el COVID
con dedicatoria especial, pero no pudieron.
Y, algo todavía más importante, sus tropas especiales tuvieron que sufrir 4 años fatales y destructivos, pero nunca perdieron la fe en Trump ni en sus ideas, su temeridad y su regreso. Se mantuvieron firmes y no solo hicieron lo necesario para lograr ese regreso, sino que, de forma admirable con gran seguridad pedían también el regreso de sus ideas y sus políticas, provocando un fenómeno político verdaderamente histórico. Y, como dicen mis vaqueros, “aprieten juerte las corvas.”
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