Ricardo Valenzuela
Desde el
pasado 5 de noviembre, hemos visto el campamento de Trump en Florida, Mar e Lago
convertido en el centro del mundo, no solo para la gente en EU, sino alrededor
del mundo especialmente líderes políticos y de negocios, pues unos sienten que
finalmente han recibido el producto que tanto habían anhelado, otros por temor.
Y al centro de esta avalancha emerge un reclamo que solo se presentaba en
murmullos.
Y cuando el murmullo sube de tono, se escucha una queja contra el escenario político del país en donde, durante mucho tiempo, ya no se distinguían los perfiles de republicanos y demócratas. Una aburrida escena en la que ambos partidos, no solo habían aceptado, sino exigido la intrusa participación e invasión del gobierno creciendo de forma nada saludable. Pues al parecer la idea del gobierno como mal necesario, había mutado para ahora considerarlo indispensable.
Se archivaron los pensamientos de Paine expuestos en su libro “Sentido Común” al afirmar: “La sociedad en cualquier estado es una bendición, pero el gobierno en su mejor versión es una amarga necesidad, y en su peor versión es un ser diabólico e intolerable.” “El sentido común nos dirá que el poder que ha intentado someternos es, entre todos los demás, el más inadecuado para defendernos”. La gente en EU habia aceptado la versión de su diabólica necesidad y el país sufría frustrado.
Y ante tal aceptación
el pais caía en lo que definiera George Bernard Shaw; “consigue lo que quieres
o te veras forzado a querer lo que tienes. Donde no hay ventilación el aire
puro es insalubre. Donde no hay conocimiento la ignorancia se califica como
ciencia.” Con esa actitud EU iniciaría un proceso, no solo productor de
mediocridad, sino aceptada algunos por genuina convicción, pero, lo más grave,
otros porque estaban convencidos no habia otra alternativa. Y, como en su
momento afirmara Jimmy Carter, la gente debía aceptar esa mediocridad que
bautizaba como Malaise.
En la década de
1970, la economía estadounidense sufría de una grave inflación, alto desempleo,
la crisis energética, un dólar en declive, gasto público con intereses del 21% y
la emigración de trabajos a causa de la desindustrialización que se había ido
acelerando desde la Segunda Guerra Mundial. La economía estaba dominada por las
ideas John Maynard Keynes quien, en sociedad con Henry White, miembro del
partido comunista americano, habían construido los acuerdos de Bretton Woods.
Carter pedía aceptar esa mediocridad.
La gente se debía
olvidar de sus sueños porque eran irrealizables y todos los ciudadanos debian aceptar
la nueva realidad. Les gritaban fuerte ese era su destino sobre el cual la
gente no tenía control. Y, como tanto lo repetía la iglesia, debian acepar ese
valle de lágrimas pues la recompensa la tendrían en el cielo. Pero, ese
conjunto de ideas de forma especial se habían gravado en las mentes de los políticos
de bajo nivel. Es decir, no en los que ocupaban la parte superior de la pirámide
política.
Así, esos profesionales
de la política aceptaban esa mediocridad sin remedio y solo agregaban números a
la quiebra potencial del gobierno. Pero, tendrían que establecer algo que satisficiera
esa ambición escondida que detectara Buchanan en su Public Choice, porque no
era diferente a la de quienes persiguen beneficio personal. Fue cuando
descubrieron que la burocracia se podía convertir en un ejército feliz si
encontraban demanda que satisfacer. Se dieron cuenta que mientras más áreas controlara
el gobierno, su horizonte se ampliaba.
Pero, para conjugar “idealismo” y espíritu de servir con la terrenal ambición de vivir en las alturas, se dieron cuenta que regulaciones, mandatos, licencias, permisos, favores, impuestos, eran campos vírgenes que se podían explotar para satisfacer sus “legítimos” deseos de avanzar en ese nuevo horizonte. Y si a esas bandas de nuevos resolvedores de problemas se les inyectaba un poco de motivación ante obstáculos que ellos mismos creaban y luego resolvían, habían descubierto un gran tesoro y lo defenderían hasta la muerte.
Pero debían
mantener la situación presente solo expuesta al aumento de las avalanchas de
problemas burocráticos. Ellos serían los grandes impulsores del socialismo,
intervencionismo. Ellos tienen pavor de que la demanda de sus “servicios’ caiga
con mercados cada vez mas sofisticados y odian a los desreguladores pues para
ellos son como la kriptonita para Superman. Así, el gobierno iniciaba una
metamorfosis viajando de lo estipulado en la Constitución responsable solo de
la protección de los derechos individuales. Y el gobierno se convertiría en una
gran industria en quiebra con gerentes ricos y así lo querían mantener.
El gobierno se transformaba
en una obra de teatro donde todo es artificial. Los dos partidos actuaban como
enemigos y se les turnaba la presidencia. Un hermoso tour de 1963-2016 navegando
en ese mar en calma y un salón de alumnos muy obedientes y, al que se portara
mal, le quitaban el juguete como a Carter y Bush I y, si la falta era grave, te
asesinarían como trataron con Trump.
Habían desaparecido
los políticos que hacían recordar a Jefferson, a Jackson. Los dos partidos
claramente tocaban en la misma melodía del estatismo, el intervencionismo,
invadiendo todos los rincones del país tanto que, con cinismo a la gente se le
informaba: “no tendrás nada, pero serás muy feliz.” Sin embargo, solo habían programado
a la mitad, en la otra permanecían los guerreros con la sangre muy caliente.
Ellos no querían lo mismo de tantos años.
Entonces aparecía
Donald Trump, el gran solucionador de problemas, presumido, bocón, el héroe de
muchas cosas. Aunque, calificar a Trump como héroe aterra a la mitad del país,
como lo hacen los términos nacionalista y populista. Sin embargo, una forma
para entender las conductas de Trump y su atracción en los estados rojos es el
no fuera presidencial, el gran secreto para lograr cambios de posiciones
ancestrales en política doméstica e internacional—seduciendo a la clase media
“populista” siempre ignorada por el partido republicano. Es el primer
presidente republicano de la historia que ha penetrado el monopolio de los
demócratas de las clases medias.
El rudo billonario se conectó con los todos los votantes en una forma que los candidatos republicanos nunca habían podido—y no solo en términos de su ortodoxia en la atención de temas comercio, globalización, o inmigración ilegal. La persona de este hombre tiene la misma importancia. Y ganó otra vez, ahora llega a la Casa Blanca con todo el poder que no habia tenido. Por eso los líderes políticos y oligarcas están llegando en cascada a Mar e Lago.
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