Ricardo Valenzuela
De todos los recuerdos de mi niñez, creo que el más hermoso fue cuando, en sociedad con mis primos, el Froy, el Peque Torres, el Neto Salazar Torres, en un largo verano en el rancho de nuestro abuelo, Las Calaveras, decidimos construir una especie de fuerte a un par de kilómetros de la comandancia del rancho. Lo llamamos El Divisadero orgullosos de lo que resultaba usando material desde palo verde, mezquites, piedras, un poco de zoquete para las paredes, que era realmente una cabaña desde donde operábamos.
Mi abuelo lo comentaba orgulloso porque sus nietos mostraban ese espíritu de construcción, su imaginación y, sobre todo, la libertad para llevar a cabo tal proyecto. Ese sentimiento que para mi abuelo fuera orgullo, a mi me despertaba un deseo de hacer cosas que no fueran lo tradicional. Y, con las dos figuras que cincelaran mi vida, mi abuelo y mi padre, mi deseo de construir, con los señalamientos de mi padre del Mexico que el veía encadenado, surgia también la virtud de la destrucción de estorbos.
Han pasado tantos años en los que, sin lugar a duda, he visto tantos eventos de aquel encadenamiento de mi padre, con lo que todavía me provocaba soñar, pues para qué soñar con posibilidades pequeñas, soñaba en ganar el premio Nobel de economía atestiguando las cenizas de un mundo harapiento. Pero, al ver que tanto se habia ya premiado, algo me gritaba detente.
Sin embargo, los últimos años, al no poder deshacerme de mi sueño novelístico, fijaba mi atención en algo que claramente habia sido gran influencia en las economías del mundo, las religiones. En el recorrido de esa ruta, me encontré con pensadores que, al haber sido archivados, no había tenido oportunidad de realmente conocer sus obras. Lo que haría crecer mi curiosidad y sospecha, fue que todos habían sido críticos, no solo del cristianismo, de todas las religiones. Y decidí profundizar en sus obras.
Después de casi dos años investigando, me di cuenta de que las dos religiones que controlan la mitad de la humanidad, cristianismo y el islam, son competidores con el mismo propósito de conquistar el mundo. Pero, lo más sorprendente es que utilizan las mismas herramientas. Moises, Mahoma, y el Jesus inventado por Pablo, surgieron, no como los grandes profetas, sino como legisladores dando vida a sus constituciones. Así, por mandato de Constantino, Jesus de Nazaret, Pablo lo convertiría en el legislador divino del cristianismo con sus evangelios.
Mahoma reportó haber sido visitado por el arcángel Gabriel y recibir la revelación de Dios. Desenfundaba su poderosa arma el Corán, un libro sagrado, constitución política y manual de estrategias de guerra para llegar a controlar el mundo. Algo similar habia sucedido con los mandamientos de Moises, después en una locura colectiva surgiría la Biblia con la participación de miles de autores. Pero, también era constitución espiritual, política, y manual de guerra. Ambos movimientos asegurando representaban la palabra de Dios
Ambos afirmaban cuestionarlos era pecado. Dos movimientos afirmando ser monopolios de la verdad divina. Los dos libros, la Biblia y el Corán, fueron escritos especialmente para esa gente que sufría sin esperanza, presas fáciles para seducirlos con esas fantasías que les despertaban su casi esperanza muerta. Ambos libros lanzan sus historias increíbles atentando contra la física, la geometría. Ambos desenfundan promesas y amenazas solo con el objetivo de controlar.
Ambos, premio del cielo, castigo del infierno, exigiendo obediencia total puesto que, ese horroroso infierno era eterno y sin otra oportunidad. Y no solo lograban obediencia, transformaron las conciencias de la gente para ir por la vida sintiendo su maldad pecadora, su necesidad para depender del estado dócilmente. Spinoza los rechazaba afirmando Dios no era contador ni auditor de las conductas. Y para dar fuerza a sus historias de milagros imposibles en contra de la física, geometría, inventaban un Dios todopoderoso.
Ambos coinciden en lograr la sumisión, declarando el orgullo como el peor de los pecados, la obediencia sería la gran virtud. Se inventaría el pecado original declarando llegamos al mundo ya como pecadores y solo Dios nos podría liberar. Por eso el bautismo, la primera comunión. Lo mismo declaraba el Corán y solamente los representantes de Dios pueden interpretar. Ambos lograban la sumisión espiritual y política. Ambos nacían de una sociedad entre religión y Estado para reforzarse. Ambos decidieron que las mujeres tendrían papeles inferiores.
Ambos practicaban el adoctrinamiento infantil en cristianismo con el catecismo, la confirmación, la educación en instituciones controladas. El islam con sus madrazas, circuncisión, escuelas controladas por ellos. La filosofía se convertía siervo de teología.
Ambos tienen ritos de control de vida. Bautizo, matrimonio, los santos oleos y el islam con su equivalente. Ambos tienen control de la sexualidad con el celibato, virginidad, pureza, pecado de sexo fuera del matrimonio. Y, algo verdaderamente importante, demonizan el pensamiento independiente. Porque, según ellos, dudar es abrir la puerta al demonio. El pensar por sí mismo ha sido castigado con excomunión y muerte como fue la Inquisición. Nos han expropiado nuestra naturaleza racional
La tragedia que temen ambos movimientos es el surgimiento del hombre libre, el que no acepte cargar su cruz, su valle de lágrimas, la bienaventuranza de los pobres, de los sufridos. Ese hombre que ya no acepte la moral de la renuncia, que le limiten el conocimiento. Porque con el hombre libre se les acaban sus clientes. Y, como a los políticos, si se acaban los pobres, se terminan sus rapaces carreras. Así, ambos cristianos y musulmanes han competido, no por las almas, sino por sus guerras de poder y lo que les producen.
Al llegar a este punto me hice una pregunta ¿Qué sucedería si todos esos recursos se utilizaran para liberar la naturaleza celestial de los seres humanos? ¿si en lugar de construir iglesias mezquitas, palacios, armamento, se invirtieran en laboratorios en búsqueda de lo que no han permitido se encuentre? Porque el daño al estar impidiendo surja la capacidad infinita del ser humano, la destrucción de su capacidad creativa. Con la liberación llegaría el conocimiento, la razón y la explosión de la chispa interior que el mismo Jesus nos indicara.
Y a este punto me asaltaría una idea. Tal vez debería construir la nueva Economía de la Razón y la Destrucción para tirar los templos de los parásitos que viven de la Economía Equivocada.
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