Ricardo Valenzuela
En medio de la fellinesca situación que vive Venezuela en estos momentos. Un infierno que dibuja a ese país, no solo como el gran fracaso del continente, sino, además, ante todo el mundo las descaradas acciones de los personajes responsables de su destrucción que, al ser derrotados vergonzosamente en una elección limpia, desesperados se aferran a ese falso poder, puesto que, sin lugar a duda, ellos tienen una especial cita que los enfrentará al juez más severo, la gente, y les pase la factura por la cantidad increíble de sus crímenes, por los que deberán pagar.
Sin embargo, ante la frustración que provoca a los verdaderos amantes de la libertad su retraso, ha surgido un fresco soplo de vida ante la victoria de Jose Antonio Kast, que lo ha convertido en el presidente electo de Chile, un acontecimiento especial para un mundo sediento de buenas noticias. En lo personal, el evento me ha provocado una mezcla de felicidad y, sobre todo, de excitación por la potente fuerza de las buenas ideas ya emergiendo, además, me hace recordar una experiencia especial que viviera en ese hermoso país cuando, invitado por Mateo Pandol, llegaba a Chile para conocer su gigantesco proyecto de vid.