Ricardo Valenzuela
Había leído a Spinoza desde muy joven, pero, sin duda provocado por esa juventud, no entendí la trascendencia de sus mensajes y lo abandoné como fuente de una sed diferente que provoca la energía de la juventud. Sin embargo, la visita de Bano, mi especial amigo de la niñez, se convertía en un llamado, casi un reclamo, para darle otra orientación a mi lectura. Así regresaría al amigo abandonado, Spinoza, pero con algunos años extra en una vida que alguien la habría definido de gran intensidad.
Desde que recorría las primeras páginas de una de sus obras, se iniciaba algo presagiando la intensidad de la aventura que me esperaba. Aparecía ante mí un Spinoza diferente al que había conocido muchos años antes de este nuevo encuentro, alguien que identificaba con aquellos porteros elegantes a la entrada de grandes edificios. Y, al abrir esa puerta, muy pronto inicié el proceso para entender infinidad de cosas que durante toda mi vida me planteaban incógnitas nunca totalmente resueltas, confusiones en un tema tan importante como es el espiritual.
Los planteamientos del cristianismo nunca me habían convencido, simplemente por lo ilógico en sus argumentos para sostener doctrinas básicas. Y, a pesar de la indoctrinación a la que fuera expuesto y desde muy joven rechazaba, de alguna forma continuaría sintiendo algo faltaba en mi vida, un algo para finalmente lograr una liberación. Una extraña situación que provocara buscar con infinidad de falsos remedios, acompañada por una frustración al no encontrar esa fórmula para la solución final, puesto que era claro no debía permanecer a medias. En esa ruta entendí el ateísmo no era para mí.
Pero, siendo también un hombre practico, era totalmente inaceptable la cantidad de historias de fantasías sin ofrecer soluciones mas que una fe ciega y absoluta. Fantasías que iban en contra de todas las leyes fundamentales de la naturaleza, de la física, las matemáticas, que yo interpretaba así, fantasías o supersticiones sembradas en un campo fertilizado con el ingrediente de un infierno feroz y, la única forma de implantarlas requería fuera el mandato de un ser celestial todopoderoso quien nunca aceptaría reclamos por ayuda solicitada y no recibida. Un Dios invisible, inaccesible, lejos de mi pobre entendimiento. Un ser tirano aceptado porque sus conductas eran celestiales.
Sin embargo, cuando Spinoza enfrentara una duda similar, al estilo socrático se sumergió en una profunda investigación de todos los elementos disponibles y no disponibles. Después de años de soledad y todo su tiempo dedicado, llegaba a conclusiones que le mostraban, según él, una verdad oculta que amenazaría el castillo de naipes que se habia construido en el Conclave de Nicea 350 años después de la muerte de Jesus de Nazaret, cuando el grupo de obispos que disentía con ellos fuera derrotado.
En esos momentos nacía el Jesus que la iglesia nos había mostraría durante 1,600 años sin oposición. Ese ser divino hijo de Dios que habia sido enviado a morir por nuestros pecados. Pero, los derrotados iniciaban una lucha para que se diera a conocer al verdadero Jesus, un ser humano iluminado y con poderes desconocidos. Ellos serían perseguidos, asesinados, obligados a ocultarse, pero jamás se rendirían. Se conocerían como los gnósticos que siempre mantendrían la otra versión.
Cuando conociera lo que Spinoza había descubierto que le costaría ser excomulgado por judíos y católicos y, sobre todo, la forma en que la Sagrada Inquisición lo persiguiera y finalmente provocara su muerte. Al conocer ese Jesus diferente, sentí caminar sobre un gran puente hacia el lugar que tanto había buscado. Un Jesus de carne y hueso, rebelde, subversivo contra los poderes de los imperios opresores. El otro diseñado por el emperador Constantino era para controlar.
Este no ofrecía salvación, nos abría los ojos para que nosotros fuéramos nuestros propios salvadores. Era un revolucionario espiritual que habia encendido un gran fuego, quería que la gente despertar del largo letargo de la sumisión. Spinoza afirmaría que Dios no escribía libros, ni mensajes, simplemente invitaba a la adquisición del conocimiento que a él lo había elevado, al desarrollo interior para encontrar esa chispa divina. Porque esa era la única forma de encontrar esa verdad que nos haría libres. Y, lo más poderoso, en Egipto en 1945 unos pastores encontrarían en una cueva los evangelios gnósticos que avalaban toda esta maravillosa historia insistiendo en la sumisión intelectual que ya se habia logrado. La forma en que se habia confiscado la razón.
Ahora Spinoza en el siglo 17 se enfrentaba a otro problema que lo cimbraba ¿Cómo podría dar a conocer lo que había encontrado? La Inquisición ya lo perseguía agresivamente pues ya cimbraban a la iglesia. Los argumentos de Spinoza, aunque difíciles de digerir, para mi tenían mas argollas de las cuales pudiera colar el gancho de mi larga búsqueda, para no solo aceptar de forma ciega, no con fe, que habia perdido ante fantasías. Y decidí seguir adelante con este nuevo enfoque
Spinoza claramente destruida la noción de Dios con figura de aquel hombre maduro sentado en su trono celestial. Un rey celestial dictando órdenes inapelables y obligatorias. Un rey juzgando a sus siervos para premiarlos o castigarlos a los que han obedecido o ignorado sus reglas. Spinoza lograba avalar mi evaluación de tantas fantasías que habían regido durante 1,600 años, pues era algo más fácil de digerir. Dios era todo. Es el universo con todas sus leyes de operación perfecta. Es la naturaleza con todas sus maravillas. Y nosotros somos parte de esa manifestación pues en nuestro interior tenemos el switch de la conexión, pero lo ignoramos.
Y, si Dios es todo, en un universo perfecto no debemos creer que tome decisiones que no sean perfectas. Porque, como afirmara Einstein, admirador de Spinoza, “Dios no juega dados con el universo.” Porque siendo Dios la perfección que rige un universo perfecto y nosotros somos sus extensiones. En nuestro interior tenemos el potencial de producir “verdaderos milagros.” Pues como lo afirmaba Ralph Waldo Emerson; “El hombre es un Dios en ruinas. Cuando los hombres sean inocentes, la vida será más larga, y pasará a la inmortalidad tan livianamente como nos despertamos de los sueños.”
Y la gran pregunta ¿hay alguien que haya logrado esa conexión divina? Hay algunos recientes, Albert Einstein, Tesla, Steve Jobs y Elon Musk. Pero tambien enemigos como Rockefeller. Historias que daremos a conocer en la siguiente nota.
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