Ricardo Valenzuela
Desde que tengo uso de razón puedo recordar infinidad de gente criticándome de soñar despierto, de que no era práctico, que no me importaba lo suficiente el dinero, que me ubicara en la realidad, en fin, que pensaba puras pendejadas. En los últimos 30 años yo sería sujeto a tres eventos que, en estos momentos, creo contradicen todas aquellas críticas. Primero, por mi afición a la lectura, me enteré del inicio de un negocio de venta de libros llamado Amazon. Después, alguien me preguntaba si ya estaba en un club de relaciones llamado Facebook. Y finalmente, vería un video en donde tres jóvenes anunciaban una empresa que fabricaría carros eléctricos, Telsa.
Transcurrieron unos 20 años y el iniciador de Amazon reporta una fortuna superior a los $200 billones de dolares, el debutante emprendedor de Facebook reporta su fortuna cercana a los $300 billones de dolares, y el debutante constructor de autos se convirtió en el hombre más rico del mundo con una fortuna superior a los $400 billones de dolares. Los tres con operaciones por todo el mundo identificándose como los milagros más increíbles en la historia de los negocios y, por supuesto, genios a la altura de Einstein, de rompedores de tradición como Darwin etcétera.