Ricardo Valenzuela

Al terminar mi carrera en el Tec de Monterrey, con mi inquietud de vivir y trabajar en una ciudad grande, decidí iniciar mi carrera bancaria en la ciudad de Mexico. Y debo iniciar lo que pretendo comunicar, utilizando una experiencia que me abriría la puerta de escape de la mediocridad tradicional. No para encontrar alguna mina de oro o de diamantes, sino algo más valioso, nuestro circuito divino y, sobre todo, el significado de “ayúdate que yo te ayudaré.”
Desde muy niño acompañaba a mi abuelo, Manuel P Torres, a las oficinas del Banco Ganadero en Hermosillo, del cual él habia sido fundador, era importante accionista y miembro del consejo de administración. Me impresionaba el gran toro hereford en la puerta de entrada y en los cheques de mi abuelo. Él lo notaba y algunas veces me preguntaba “¿no te gustaría ser el jefe de este banco?” Con una gran sonrisa le respondida, “seguro que sí.” No tenía idea de lo que se estaría formando en mi inquieto cerebro.
Ya en la ciudad de Mexico como ejecutivo de Bancomer, todos los dias al levantarme, creo que, motivado por aquella pregunta de mi abuelo, llegaba a mi mente una imagen en la cual estaba siendo nombrado director general del Banco Ganadero. Era tan nítida y repetitiva que me asustaba. Pero, esa imagen estaría presente durante los años que estuve con Bancomer en donde, a los 25 años, ya era gerente de una importante sucursal y las altas esferas de Bancomer ms identificaban como gran prospecto.
Si embargo, algo increíble sucedía años después, la imagen que me llegaba cada día se convertía en realidad cuando fuera nombrado director general del banco de mi abuelo, el Banco Ganadero. Pero sucedía tal cual la imagen que se había clavado en mi mente durante tanto tiempo. Fue cuando yo tuviera la primera pista del poder infinito del cerebro humano. Algo que me llevaría a la creencia de que el cerebro puede crear la realidad, pero, es un poder que no sabemos usarlo y decidía investigarlo. Pero, ante la avalancha de la vida superficial, la abandonaba.
Ahora con la información que han ofrecido los evangelios perdidos y, sobre todo, la emergencia de una nueva Maria Magdalena con poderes desconocidos, regresaba a esa inquietud que había abandonado. Y, al llegar a la forma en que se describía la oración que Jesus le entregaba a Maria Magdalena, claramente lo podía comprobar. Pero, para encontrar una liga más práctica, pues mi espiritualidad estaba inerme, debía recurrir a la ciencia. Fue cuando descubrí las evidencias que este médico español mostraba a una comunidad incrédula. Algo que él ha denominado neurociencia con su material divino. Y su primera afirmación sería que el cerebro estaba programado para lo divino y la ciencia podía medir lo increíble.
En laboratorios científicos procedían a medir el cerebro de monjes budistas en sus meditaciones. Se daban cuenta en sus cerebros activaban regiones desconocidas no utilizadas para llevarlos a esos estados superiores de conciencia. Algo que ese científico bautizara como el circuito divino, una vía que cambiaba la función del cerebro que llamaría Neuro plasticidad, para encontrar esas partes nunca usadas y activarlas. Mediante esos estados de conciencia provocaban la producción de ondas Gama, conocidas como el puente hacia el circuito divino que nadie conoce.
Se activaba la glándula pineal que Descartes identificara la fuente para la divinidad. El científico a cargo del experimento afirmaría era la molécula de Dios, una molécula que produce una gran cantidad de DMT, un alucinógeno que se encuentra de forma natural en plantas y se usaba para fines rituales. Se encuentra en drogas como cocaína que, siendo permitida, hace siglos la usaban sabios como Miguel Angel, Carl Jung y su socio Sigmund Freud, para trascender. Y el cerebro la produce de forma natural formando el portal entre lo físico y lo espiritual.
Pero, no hay que malinterpretar el proceso como creador de situaciones artificiales. Es un regalo de dios que, enfrentado por mentes superficiales, no entenderían es la capacidad natural del cerebro para alcanzar esos estados superiores sin utilizar drogas, pero, nos la están bloqueado diariamente con ataques de la gran distracción en TV, redes sociales. Esos estados que otra científica cuando, con ondas eléctricas le activaran esas regiones del cerebro inactivas, los describía haber arribado a ese lugar donde estaba ante la presencia de Dios.
El cerebro responde a los pensamientos y es cuando empieza a producir la química divina o asesina. Por eso la espiritualidad debe ser algo práctico despertando al cerebro para que haga lo ordenado y es muy obediente. El cerebro con sus 10,000 millones de neuronas ejecuta lo que se le ordena con pensamientos, palabras y, sobre todo, visualizaciones, para que sea nuestro gran aliado o nuestro peor enemigo.
El cerebro es un campo electromagnético que se puede conectar al de la tierra y al del universo, y puede abrir ese candado que nos separa de lo divino y encontrar ese circuito celestial que, al activarlo, puede curar enfermedades y hasta cambiar nuestras realidades. El cerebro tiene un código matemático instalado por Dios que opera como la física cuántica. El dios de Spinoza, de Einstein y Descartes.
Y quienes buscan y logran esa conexión, sus vidas cambian de forma inimaginable. Es decir, no solo acudir a lo que las religiones nos han acostumbrado, “danos el pan nuestro de cada día,” no, es cambiar nuestro lenguaje con Dios abandonando esa actitud de pedigüeño y proceder a utilizar las herramientas celestiales que nos ha dado. El cerebro, el corazon como campos electromagnéticos que se deben de coordinar y, con la droga natural, la glándula pinal, salir a lograr las cosas increíbles. Descifrar el mapa que Dios nos ha entregado, suficiente para ir en busca de nuestros sueños.
Caminar esa ruta solo solicitando su bendición, no el dame, dame, sino haré la tarea que me has encomendado siempre sin perjudicar a mis semejantes y, quienes me ofendan, dejaré que tú les cobres. Y cada noche, en silencio y la quietud de mi soledad, reportar haber hecho la tarea siempre blandiendo las mejores intenciones con la ayuda de esas herramientas que tú nos has entregado. Y luego darte las gracias por un día más de vida. Y, en mi caso particular, por los regalos que me entregaste, tres hijas maravillosas y ocho nietos que, en ese equipo celestial, me hacen cada día más feliz que el anterior.
Queda pendiente Maria Magdalena.
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