Ricardo Valenzuela
Así, a finales del siglo 18 la humanidad, después de casi 20 siglos de programación, se podía comparar con aquel enorme elefante que, después que había caido en cautiverio, lo mantendrían inmóvil con una pesada cadena en una de sus patas. Al principio, cuando el elefante tratara de moverse, se dio cuenta que no podía, pero, con el paso del tiempo ya no intentaba. Entonces, sus dueños, en lugar de la cadena, le amarraban una delgada cuerda. Pero, ese elefante programado, ya no haría el intento y sería prisionero durante toda su vida con su fortaleza archivada.
La humanidad se aproximaba al final del segundo milenio apresada por diferentes cadenas y, aunque desde la era de Sócrates, ya él habia revelado el secreto para su libertad con su frase; “yo solo se que no se nada”. Era sabia señal de que solo adquiriendo sabiduria nos podríamos liberar de la opresión. Y también, con su muerte señalaría lo que se convertiría en la firma de las tiranías, el asesinato de quienes se atrevían a despertar a la gente del sueño de su cautiverio. Pero, aún frente a la muerte, a la humanidad le daría una lección de su integridad intelectual y el valor para defender sus ideas.