¿RELIGION OPIO DE LOS PUEBLOS? JESUS EL ANTIDOTE (SEGUNDA)

Ricardo Valenzuela

Three years of celebrations in honor of Thomas Aquinas 

La civilización occidental en muchas formas es griega. Y las dos grandes tradiciones filosóficas de la antigua Grecia, que cincelaría la mente de nuestros países, serían la de Aristóteles y la de su gran maestro Platón. Tanto que siempre se ha dicho que cada hombre, en lo profundo de su ser, es aristotélico o platónico. Pero, más importante, todos los gobiernos occidentales tienen sus raíces en las ideas de estos filósofos. Y, para entender nuestra realidad actual y, en mi caso, la religión católica ante la economía, debemos de tener una idea de tal herencia. Con la advertencia que es un profundo laberinto que, muchas veces, solo se entiende descifrando códigos no escritos.    

Como afirmara Rothbard, todo se iniciaba con los griegos, pues era claro había sido la primera civilización que utilizaría la razón para establecer ese nuevo pensamiento sistemático acerca del mundo que los rodeaba. Ellos fueron los primeros pensadores de la humanidad que, a través de la filosofía, buscaran adquirir la elusiva sabiduría. Ellos fueron los primeros en combinar la razón y el comando de la lógica para investigar y aprender acerca de su mundo. Y, al hacerlo, gradualmente iniciaron el abandono de sus miedos provocado por los caprichos de sus dioses para investigar entidades reales.

Liderados especialmente por el gran filósofo ateniense Aristóteles, el majestuoso creador y sistematización que llegaría conocer la humanidad como, El Filósofo, los griegos desarrollarían la teoría y el método del razonamiento y esa ciencia que en el futuro se llegaría a conocer como la Ley Natural. Un concepto que sería el cimiento de las ideas y, de lo que era muy escaso, la libertad. Una ley basada en la idea crucial de que Ser, necesariamente significa ser Algo, es decir, alguna cosa o entidad en particular. Y entender los seres humanos son creación única en el universo, porque ellos pueden estudiarse ellos mismos, al igual que el mundo que los rodea. Así, pueden establecer objetivos y la mejor forma de lograrlos. 

Y en Grecia nacía el concepto de bueno y malo, puesto que era solamente importante para entidades vivas. La Ley Natural ve la ética como una entidad relativa con capítulo especial para el ser humano. El hombre es la única especie que puede, y debe, establecer su propia ética natural. Y al buscar objetivos y la forma de lograrlos, debe descubrir y operar dentro de ese marco de la Ley Natural, con sus propiedades y necesidades, las de otras entidades y establecer la forma en que pueden interactuar. 

Así se definiría los conceptos de bueno como todo lo que conduce a una buena vida y el florecimiento de todas las creaturas vivientes. Y lo malo, todo lo que agrede la vida o la prosperidad de esas entidades. Entonces, sería posible desarrollar un frondoso árbol de ética, descubriendo las mejores condiciones físicas, tierra, clima, etcétera, para el crecimiento y el sustento del árbol, para evitar que las condiciones malas afecten al árbol y evitarlas. La guía para el hombre que Aristóteles definía como un animal racional que usa la razón, adopta valores, principios éticos, un propósito y así elige su ruta a seguir. 

Pero surgiría su enfrentamiento con Platón, su maestro. Para el segundo, la existencia del hombre era contingente, no necesaria ni eterna. Solo la existencia de Dios era necesaria y eterna. La contingencia de la existencia del hombre era inalterable parte del orden natural, y así se debería aceptar. Pero, para Platón, esas limitaciones del hombre en su ley natural eran intolerables y se debían trascender. Era un concepto muy limitado. Afirmaba esta existencia era la caída de gracia de su gloria. Platón insistía, el hombre era perfecto, eterno, semejante a dios, milagroso y sin límites. Una existencia que le habían expropiado. 

Pero, ese hombre no había existido. Era la descripción de un hombre falso, egoísta, soberbio. Su versión apuntaba hacia ese hombre que llevaría al mundo a su degradación y alineación, para, supuestamente, acudir con su propósito que lo regresaría para de nuevo alcanzar el verdadero estado original de aquel ser ilimitado y perfecto. Sin evidencia alguna, mostraba la corrupción de la mente de Platón. Una visión que, desgraciadamente, sería muy influyente que se podría claramente ver en los escritos de Marx y Hegel y otros. 

La actitud de los primeros cristianos ante riqueza era dibujada por su falsa expectativa del inminente fin del mundo y la llegada del reino de dios. Ante esa creencia, quién se podía dedicar al complicado mundo de inversiones o crear riqueza. Fue en este contexto por lo que debemos entender la famosa obra de San Pablo, “El amor al dinero es la raíz de todo lo Diabólico.” Ello alborotaba a los padres de la iglesia con sus agresivas fulminaciones en contra de la riqueza y los comerciantes. Arreciaban contra actividades mercantiles estampadas como los pecados de ambición, siempre acompañados por engaño y fraude.  

No sería hasta que surgieran de nuevo los escolásticos producto del siglo XVI, el siglo que llegaba acompañado de la Reforma Protestante y la Contra-Reforma Católica. Si el siglo XIII se describía como el de la edad de oro de filosofía escolástica, el siglo XV sería el de la edad de plata, la era del nuevo brillo renaciente del pensamiento escolástico antes que cayera la oscuridad de la noche. Sin embargo, la iglesia ya había recibido una llamada de atención del gran Tomás Aquino, uno de los grandes intelectos de la Edad Media, alguien que, sobre el sistema filosófico de Aristóteles, construiría el concepto especial de conciliación de la ley natural y la teología cristiana para darle vida al Tomismo. 

Era claro que la humanidad estaba ya en medio del proceso que consolidaba las cadenas de la humanidad con las que se ha controlado durante siglos. Un proceso en el que valores, ética, moralidad, libertad, no emanaban de la comprensión de las verdaderas causas de la acción humana. Si no que esa acción era promovida y dirigida por el cuadro mental que nos habían establecido-miedos, culpas, superstición-las bases falsas sobre las cuales se construían los cimientos de la humanidad que, además, con amenazas debía ser obligatorio aceptarlas archivando la razón. 

Pero ya en puerta se vislumbraba quien llegara a ser la jaqueca más grande que sufriera la iglesia y las religiones en general, un filósofo llamado Baruch Spinoza, cuya tarjeta de presentación era su excomunión tanto de su iglesia judía, como de la iglesia católica. Se iniciaba la lucha de los rebeldes espirituales que harían cimbrar la religión.   

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