Ricardo Valenzuela
En mis novedosos encuentros con quienes siempre he considerado los filósofos más grandes en la historia de la humanidad, el evento que me enfrentara a Nietzsche me produjo algo interesante. Descubrí que el filósofo alemán histórico citaba como uno de sus inspiradores a Ralph Waldo Emerson, un pensador americano que años atrás me capturaba como uno de sus lectores y su admirador. Mi liga habia nacido por recomendación de mi padre gran amante de la filosofía.
Y, el que un hombre como Nietzsche, conocido por sus agresivos rechazos del mundo entero, su reconocimiento de Emerson era para mi un gran aval. Lo primero que originalmente me atrajera del pensamiento de Emerson, fue su famosa Ley de Compensación que se resumía afirmando, todas las acciones tienen consecuencias. Además, todas las definiciones tienen sus respuestas. El negro tiene el blanco, hombre-mujer, bueno-malo, luz-oscuridad. La mecánica creando fuerza aumentando la inversión.
Pero igualmente me impresionaba su rebelión contra la religión manipulada y mal entendida. Y el mejor ejemplo era el mensaje del juicio final ofreciendo esa compensación del bueno con el cielo y del “malo” con el infierno. Y allí partía con su critica que coincidía con Nietzsche señalando los buenos eran los pobres, los que sufrían. Y los malos eran los ricos, los poderosos, los exitosos, en lo que el consideraba una realidad falsa y manipulada que de una cruel forma se habían utilizado para controlar evitando la independencia de los seres humanos.
Si Emerson regresara a la vida en estos momentos, sonreiría para afirmar, “se los dije.” Porque después de atacar la forma en que se destruía la voluntad de la gente, tomando una bandera similar a la de Nietzsche, él exigía liberarla de su prisión mental y espiritual para que surgiera su intuición, esa chispa interior que citan los evangelios gnósticos como divina herencia. El la bautizaba como la ley sagrada de un bello individualismo que rechazaba todas las influencias colectivistas. Regresar el estado a los confines de la constitución.
Afirmaba ver un estado inepto que había provocado la gente perdiera toda su facultad de razonamiento. Porque con ello también estaba perdiendo su dignidad cuando le expropiaran la responsabilidad para decidir el rumbo de sus vidas. Y el siguiente paso sería perder su independencia y su actitud rebelde ante las injusticias del estado. Y, sin esos elementos, la gente sería mediocre incapaz de logros grandes e importantes. Esos logros que ya en aquellos momentos eran evidentes con la revolucion industrial que en gran parte fuera obra de EU.
En esos momentos yo podía visualizar a los dos, Emerson y Nietzsche, montados en una carroza de guerra al estilo de los romanos en su agresiva carga contra el enemigo. Ambos pidiendo recuperar la confianza individual perdida del hombre. La recuperación del pensamiento de liberación del espíritu, y de nuevo escuchar la voz de la voluntad no la de tradiciones. En pocas palabras, abandonar el camello de Nietzsche para convertirse en el león con el que representaba su poderoso ubermensch. El supermán de Nietzsche.
Ambos advertían la forma en que se estaba creando la moralidad de esclavos rigiendo hombres timoratos, hombres sin el arrojo de sus antepasados, con su luz interior ya apagada. Esa moralidad esclavista que estaba asesinando aquella mentalidad de los niños en sus primeros años con sus almas y sus interiores completos y puros, sus actitudes kamikasi ante los peligros, sus arrojos para explorar. Estaban formando a ese observador que se estaba sentenciando a ser inoculados de mediocridad. Estaban matando la integridad del espíritu que se rebela.
Emerson, inclusive, era más directo y asertivo que Nietzsche quien se defendía afirmando nunca caería en sus trampas utilizando la versión falsa de virtud, esa mentira emergiendo de la culpa para luego aceptar sus penitencias explotadoras y expropiadoras. “Sus pobres son suyos, no míos, así es que no traten de obligarme a lo que jamás voy a aceptar. El estado jamás tendrá la facultad para fijar mi presupuesto de vida, yo no pago por lo que ya tengo y hago lo que debo hacer, no lo que alguien quiere que haga y esta libertad la defenderé con mi vida.”
Continuaba. “Mi soledad me ha permitido forjar mi independencia para nunca sumarme a la multitud. Rechazo con todas las fuerzas de mi libertad celestial a esos predicadores que pretenden moldear conciencias, porque son agentes falsos bajo contrato. Yo no me pongo una venda sobre mis ojos para ignorar la verdad. Y nunca aceptaré el uniforme de los partidos, ni las ordenas para esbozar sonrisas falsas, elogios forzados. Si por eso todos me verán con animosidad no importa, hago lo correcto.”
“Dejadme vivir mi soledad y que la gente, por cobardía, siga empantanada en sus infiernos. Porque estoy seguro de que mis acciones, tarde o temprano, se alinearán con la voluntad divina y será la correcta. Y con mis instintos interiores iluminados con este mapa me llevarán a ese destino que solo yo elijo. Porque estoy seguro la grandeza se logra siguiendo el ritmo de la conciencia, no en lugares equivocados que siempre son forzados. El hombre grande no pertenece mas que a si mismo. Es una causa y no necesita espacios estériles, algún día será reconocido.”
Espontaneidad, intuición, sueños reales, aliento profundo, la sensación de ser agua de una fuente invisible que le dará vida a las grandes acciones. Esas que nos llevarán a ver la luz y que luego nos invada. No debemos permitir mueran los soñadores. Porque ellos son los que iluminarán este mundo a oscuras que cada día crece ante esos demonios que se han ignorado. El ubermensch de Nietzsche es ese hombre poderoso, valiente, siempre con un gran sueño. Es ese oasis en medio del desierto calcinante, es un refugio en medio de una tempestad.
Debería ser alguien enviado por Jesus de Nazaret para continuar su obra incompleta y, finalmente, despertar la conciencia de la humanidad tan extraviada. Debe ser ese comandante llegando al campo de batalla con el arrojo de un héroe y la sonrisa de un conquistador. Esa versión de Alejandro Magno, pero, portando los valores de Jesus, con el plan de batalla elaborado por Emerson y Nietzsche motivando a sus soldados en batalla, y estoy muy seguro de que lograría una aplastante victoria. ¡Despertemos antes que sea demasiado tarde!
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